domingo, 27 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 26


14 de febrero 2013

Hola nena,

Espero que hoy sea el primer día del resto de nuestras vidas juntos. Pero antes que nada, hay mucho de lo que tenemos que hablar. Tanto que tenemos que decir.
Y lo haremos, porque, al menos que tú me pares y me eches de tu vida, esta vez, no voy a parar hasta que seas mía. No voy a meter la pata esta vez.
Hay tres cosas importantes que debo decirte. Tres cosas que debes saber. Sobre todo lo demás, podemos hablar cuando sea, porque si hago esto bien, tendremos el resto de nuestras vidas para hacerlo.

En primer lugar. Lo siento.
No tengo palabras para expresar lo mucho que lo siento.
Siento como te traté.
Siento como te hablé.
Siento como me comporte contigo.
Siento como actué a tu alrededor.
Podría seguir y seguir.
Y la peor parte es que yo realmente no tengo ninguna explicación de por qué hice lo que hice. Solo sé que cada vez que te veo, pierdo la razón. La necesidad de hacerte mía me nubla el razonamiento y el sentido común.
Sólo puedo esperar me puedas perdonar y tal vez, posiblemente, olvidarlo.
Y te puedo asegurar que voy a luchar para que me perdones y para que te olvides. Todos. Los. Días.

En segundo lugar, tengo que darte las gracias.
Si no hubiera sido por ti, que te quedaste a mi lado en el hospital, no habría salido de allí con vida. Esto es un hecho, hasta los médicos lo saben. No fueron ellos los que me salvaron. Fuiste tú.
Me has salvado la vida, me has curado. Tú me trajiste de vuelta.
Voy a estarte agradecido por eso todos los días de nuestra vida juntos.

La tercera cosa que tengo que decir, no la puedo escribir. Al menos no la primera vez. Tengo que decirte las palabras, para que puedas mirarme a los ojos y saber que estoy diciendo la verdad, que lo que siento es real. Siempre fue real.
Ha sido real desde el día en el que nos conocimos.
Supe allí mismo, en ese mismo momento, incluso si mis acciones no lo han demostrado, que te necesito en mi vida.
Sólo puedo esperar que sientas lo mismo y que me permitas mostrarte durante el resto de nuestras vidas, exactamente lo real que es esto.

Ahora, date la vuelta y mírame a los ojos para que por fin te pueda decir que...


Ella levantó la vista en estado de shock al ver una gran sonrisa en su rostro, a la vez que él terminó de cerrar la pulsera de amor alrededor de su muñeca.
- Te quiero. Señorita Sheena Stewart. Yo, Damian Alessandri, te quiero.
Sus ojos se abrieron y ella no reaccionó. Ni siquiera parpadeo.
La sonrisa de Damian comenzó a desvanecerse. ¿Había cometido un error?
- ¿Esto es de verdad? ¿Lo dices en serio?
- ¿Pero tú has leído la carta? Sí mi amor, lo digo muy en serio.
Ella se lanzó hacia él y cogió la cara entre las manos.
- Te quiero tanto. A pesar de que me has vuelto completamente loca. Y no en el buen sentido.
- Lo sé, lo sien...
Ella puso un dedo en sus labios.
- No más disculpas. Borrón y cuenta nueva. Empezamos desde cero, tú y yo, aquí y ahora.
Él asintió con la cabeza, besando su dedo.
- Pero ahora es el momento de ver si yo puedo volverte loco a ti.
- ¿Qué?
- Vete al salón y espérame en el sofá. Ahora mismo voy.


Él hizo lo que ella le había mandado y la esperó impaciente, con su pierna escayolada apoyada sobre la mesa. ¿Qué demonios estaba haciendo?
¿Estaba empaquetando sus cosas para irse, como un castigo o algo así?
¿Había empezado a leer las demás cartas y se había distraído?
¿Tal vez...?
El ruido de unos tacones salió desde su dormitorio y se giró para mirar.
Jo-der.
Casi se corre ahí mismo.
Sheena llevaba puesto el conjunto de lencería rojo, unos zapatos de tacón alto y la pulsera del amor.
Nada más.
Se puso de pie delante de él con orgullo y dejo que la mirara de arriba abajo.
- Bueno que, ¿te gusta lo que ves?
Él negó con la cabeza, la boca demasiado seca para hablar.
- ¿No?
- No.
Se acercó a ella y puso las manos en sus caderas para tirar de ella hacia él, haciéndole que se colocara sobre él a horcajadas.
- Me. Encanta.
Su sonrisa de alivio era adorable. Sus pulgares acariciaron su piel desnuda, causándole escalofríos.
- ¿Es esto lo que tenías en mente cuando lo compraste?
Negó de nuevo.
- Es mucho mejor.
Ella sonrió seductoramente y movió sus caderas sobre la rígida longitud de su pene.
Él siseó.
- ¿Tu pierna está bien, te molesta?
- Esta mejor que bien.
- Genial. ¿Sabes, Damian?
- ¿Hmmm?
- Ahora eres mío.
- Siempre lo he sido.
- No quiero más malos entendidos entre tú y yo. Si tienes algo que decirme, sea lo que sea, me lo dices. No más diarios y esconder lo que realmente sientes.
- Lo mismo te digo.
Ella asintió y volvió a hacer ese balanceo de sus caderas encima de él.
- Y ya que vamos a ser sinceros el uno con el otro a partir de ahora, creo que deberías saber que... voy a hacerte el amor.
Damian gruño.
- Después de eso, voy a dejarte descansar, sólo un ratito, y después de eso, voy a hacerte el amor de nuevo. Y luego otra vez... y otra vez... Hasta que te canses de mí.
Él la besó apasionadamente.

- Nunca me cansare de ti. Jamás. Eres mía, para siempre.




viernes, 25 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 25

Whoa.
¿Ese gruñido posesivo realmente acababa de salir de su boca?
Ella respiró hondo.
- ¿Dónde? Quiero decir, ¿dónde está tu habitación?
- Al final del pasillo.
- ¿Puedo ver...?
- A por ello.
Sheena fue por el pasillo hacia su habitación, incapaz de ocultar su curiosidad y se quedó inmóvil en la puerta cuando vio todas las cosas encima de la cama.
Se colocó detrás de ella, tan cerca como pudo sin tocarla.
- ¿Te diste cuenta que hoy es el Día de San Valentín?
Sus palabras susurradas hicieron que se le pusiera la piel de gallina, y negó con la cabeza.
- ¿Qué... es todo esto?
- Es... todo. Todo sobre lo que has leído. Todos tus regalos, las cartas, las flores, aunque estas son frescas, los recuerdos, ya sabes, cosas como fotos de las vacaciones, las entradas de los museos...
- ¿Lo guardaste todo?
Él se encogió de hombros.
- No podía simplemente deshacerme de todo y… ¿A quién sino se lo iba a dar?
Ella lo miró por encima del hombro, sorprendida.
- No ha habido nadie en mi vida desde que te conocí, Sheena.
Sus palabras fueron dichas en voz baja y la mirada que le dio fue tan honesta y sincera que su corazón dio un vuelco. Se mordió el labio mirándolo a él y a las cosas que había esparcidas por toda la cama.
- Puedo ah...
Damian sonrió.
- Es todo tuyo, así que sí. Date el gusto.
Él pensaba que iría a por los regalos primero; las cajas de joyas y esas cosas, como cualquier otra mujer haría, pero ella lo sorprendió cogiendo las cartas antes que nada.
Se sintió honrado de que ella prefiriera sus palabras escritas antes que cualquier otra cosa, pero tenía que detenerla.
- Deja eso para el final. Por favor.
Ella le lanzó una mirada inquisitiva, pero asintió con la cabeza .
- ¿Por dónde empiezo?
- Por cualquier otra cosa.
Ella fue hacia las bolsas de Victoria’s Secret. Su erección palpitaba dolorosamente, imaginando cómo estaría llevando los conjuntos de lencería que le había comprado.
Ella se sonrojó mientras abría los bolsos, pero se quedó sin aliento al revelar las prendas.
- Oh dios...
Había tres en total. Un conjunto negro, uno azul y uno rojo burdeos.
- ¿Te gustan?
- ¡Son perfectos! ¡No puedo esperar a probármelos!
- Ya somos dos...
Ella jadeo y asintió con la cabeza mientras lo miraba mordiéndose de nuevo el labio.
Fue hacia las flores, oliéndolas con una gran sonrisa en su rostro.
- Entonces estos no son los ramos originales.
- Ah, no. Eso es lo único que tuve que tirar.
Ella miró las cosas en la cama y fue a por las cajas de Tiffany. Ahora que sabía que sus pendientes no eran las baratijas que ella había pensado...
- Oh, Dios mío, Damian.
Los pendientes habían sido parte de todo un conjunto. Pulsera, anillo, collar. Todos con el mismo diseño azul del diamante.
Caminó hacia a la cama y se sentó en una de las esquinas, agarrando otra caja. De Cartier esta vez. La abrió y le mostró un brazalete delicado de oro.
- Se trata de una pulsera de amor. Es ah... sólo se cierra y se abre con un tornillo especial. Que solo yo tendré.
- He oído hablar de esas pulseras.
Ella lo miró.
- Siempre he querido una.
Ella guardó silencio después de eso, completamente abrumada por todo. Ni en sus sueños más esperanzadores, incluso después de leer su diario, podría haber imaginado que algo así le podría ocurrir a ella. Se moría de ganas de leer las cartas, ya había sido a través de sus palabras que había aprendido más acerca de este hombre que la traía loca. Con sus palabras había confesado sus sentimientos por ella. Y por ello, ella confiaba en sus palabras instintivamente.
Ella quería saber lo que había escrito, lo que él había querido decirle y se preguntó si hubiese cambiado algo si ella los hubiese recibido en el pasado.
Por otra parte…, miró la ropa interior que le había regalado ya que tenía ganas de ponérselos para mostrarle como le quedaban… y poder llevar las cosas más lejos... empezar por fin algo serio entre los dos…
- Jace puso todas tus cosas en el cuarto de al lado, así que puedes ponerlo todo donde quieras. Y tu ropa y otras cosas están en ese armario. Al lado del mío.
- Vaya, eh, sí. Es bueno saberlo. Gracias.
Podía sentir el calor que irradiaba él, en su espalda. Se había levantado y estaba detrás de ella.
- ¿Vas a dejar que te ponga el brazalete? ¿Aunque solo yo tenga el poder de ponértelo y quitártelo?
Ella asintió y se dio la vuelta con el brazo levantado para él. Damian le tomó la mano y se la besó antes de colocar el brazalete de oro alrededor de su muñeca.
- No podrás quitártelo, lo sabes ¿verdad?
Ella asintió de nuevo. Sólo él podía hacer eso, pero ella nunca se lo pediría.
Echó un vistazo a la cama otra vez y él se río.
- Lo que realmente quieres es leer las cartas ¿no es así?
Sheena se mordió el labio y asintió con entusiasmo.

- Esta bien, esta bien. Pero tienes que empezar con esta.

domingo, 20 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 24

Oh dios.
Sheena tembló contra Damian cuando oyó que algo se caía al suelo. ¿Acababa de soltar la otra muleta?
¡Oh pero a quién le importaba! ¡Él la estaba besando!
Y no fue sólo un beso dulce, por supuesto que no.
Este beso era intenso, salvaje, uno de esos que te cala hasta el hueso, te vuelve loca, te humedece las bragas y te corta la respiración…
Sus cuerpos estaban pegados y ella podía sentir lo duro que estaba.
Oh señor...
Él habló contra sus labios, haciéndole cosquillas con su cálido aliento.
- Cariño, me voy a caer.
- ¿Eh?
Ella abrió los ojos lentamente y lo vio tambalearse, apoyado con un brazo extendido en la pared, aguantándose.
- ¡Oh!
Rápidamente se agacho para coger la muleta caída e inevitablemente, sus ojos se abrieron mucho al ver el gran bulto en sus pantalones. Pantalones que no estaban haciendo nada para ocultar su evidente estado de excitación.
Se lamió los labios mientras él soltó un gruñido.
- Tengo que volver a preguntártelo, ¿te gusta lo que ves?
Ella se sonrojó mientras se incorporaba, recordando cuando él había hecho la misma pregunta. Ella le también había estado comiéndoselo con los ojos aquella vez, ¿verdad?
Hizo caso omiso de las mariposas en su estómago y se encogió de hombros.
- Meh... supongo que sí.
Él arqueó una ceja, su ego masculino claramente ofendido.
- ¿Supones que sí, eh?
Se dio la vuelta, de repente nerviosa. Su mirada ardiente era demasiado, sobre todo porque ella no estaba acostumbrada a que él la mirara de esa manera.
Damian se aclaró la garganta.
- Bueno Sheena, tengo una propuesta para ti.
Él la siguió lentamente con sus muletas mientras ella andaba y miraba a su alrededor, adorando la casa y la forma en la que estaba decorada.
- ¿Qué tipo de propuesta?
- Quédate aquí conmigo. Se mi enfermera-en-casa. No me puedo mover del todo bien, así que necesito... a alguien. Incluso te pagaré.
- Damian...
- Por favor.
- Me quedare, pero no tienes que pagarme.
- Sé que perdiste tu trabajo por mi culpa. Porque tenías que quedarte conmigo.
- Yo no tenía que hacer nada. Lo hice porque quería.
Se miraron a los ojos, sin ni decir una palabra. Estuvieron un minuto… dos…
- Voy a tener que ir a por mis cosas.
Él miró hacia otro lado, casi parecía culpable.
- ¿Hay algún problema? Damian?
- Yo ah, pedí que Jace trajera tus cosas.
- Oh.
Ella soltó un bufido.
- Bueno, eso me ahorra el trabajo.
Él la miró sorprendido.
- No te has enfadado.
- No. Como que me gusta la idea de que me quieras aquí. Aunque sea de enfermera. Además, ¿esa actitud de macho alfa, tomando el control, y que seas un poco mandón? No debería admitirlo, pero… no me importa demasiado. Casi podría acostumbrarme a eso. Así que, ¿dónde voy a dormir?
Su mirada era intensa y la siguiente palabra era casi un gruñido.
- Conmigo.

miércoles, 16 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 23

Pocos días después, ya era hora de volver a casa. Las cosas habían estado como locas en el hospital y no había tenido ni un minuto a solas con Sheena para hablar con ella, a pesar de que no se había ido de su lado ni por un momento.
Parecía cansada y él no quería presionarla demasiado, aunque la necesidad de hablar crecía con fuerza en él.
Jace conducía su coche para llevarlo a casa y Sheena estaba sentada en el asiento del copiloto, inquieta.
Él no pudo evitar sonreír.
Ella no lo sabía aun, pero era completamente suya a partir de este momento. Se vendría a vivir con él. Había conseguido que Jace trajera sus cosas y lo tuviera todo preparado para hoy.
Esta vez, él no iba a dejarla ir.
Todo el nerviosismo que sentía siempre alrededor de ella, se había ido. En su lugar, se sentía como él mismo, él de siempre. Confiado y fuerte. Y determinado.
Todas las pruebas habían demostrado que estaba bien e incluso su pierna la tenía casi completamente curada. Pronto le quitarían la escayola, y dejaría de usar las muletas. Por fin estaba de lleno de energía y tenía la intención de ponerla a buen uso.
Sheena miró de nuevo hacia atrás y se sonrojó cuando lo sorprendió mirándola. Damian le guiñó un ojo y sonrió, obviamente pillándola con la guardia baja. Su rostro mostro sorpresa, hasta que su sonrisa tímida hizo acto de presencia.
Dios, pero que bien sentía esto de no actuar como un tonto en su presencia.
Llegaron a su casa poco después y Jace le ayudo a salir del coche mientras ella miraba a su alrededor con curiosidad. Sheena nunca había estado en su casa, y esperaba que le gustara.
Jace abrió la puerta y la dejó entrar. Cuando ella estuvo en el interior, su hermano se volvió hacia él.
- ¿Seguro que sabes lo que estás haciendo?
- Sí, absolutamente. Gracias hombre.
Jace sonrió.
- Que os divirtáis.
Volvió a subir al coche y se marchó.
Sheena salió hacia la puerta cuando lo oyó, pero el índico que entrara y cerró la puerta detrás de él.
- ¿A dónde diablos se va? Se supone que tiene que dejarme en casa.
- Le pedí algo de privacidad.
- Ah.
- ¿Podemos eh... hablamos? ¿Por favor?
- Sí, claro. Por supuesto.
Estaban tan cerca el uno del otro que podía ver el rápido latido de su corazón, en su cuello.
Al diablo con esto, pensó.
Apoyó una de las muletas contra la pared y utilizó su brazo libre para agarrarla por la cintura y tirar de ella hacia sí.
Sólo necesitaba saborearla de nuevo. Ese breve contacto en el hospital había sido un mero aperitivo. Y él quería el plato entero. Más el postre.
Ella se tensó al principio, sin esperar su movimiento, pero en cuanto sus labios se tocaron, ella se derritió en sus brazos, perdiéndose en el beso con un pequeño gemido femenino.
Poniendo los brazos alrededor de su cintura, ella inclinó la cabeza dándole mejor acceso. Profundizó el beso y él puso la otra mano en su pelo, tirando suavemente.
Oh sí, ella sabía bien… Necesitaba mas... mucho mas.

domingo, 13 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 22


Sheena se paseó por la habitación nerviosa. Damian estaba tardando más tiempo de lo que hubiera esperado y esperaba que todo estuviera bien. Se secó las lágrimas de rabia que no podía detener. Había leído las últimas páginas del diario de nuevo, aunque se lo sabía de memoria. Y no estaba dispuesta a dejar que el la tratara así. Ella no pensaba aguantar esa mierda.
En cuanto saliera de ese cuarto de baño, ella le preguntaría directamente. Si él la amaba, más le valía empezar a tratarla de manera diferente. Y si él la odiaba... a pesar de sus palabras escritas… bueno, entonces se iría de aquí y se mudaría. Se iría a un lugar donde jamás tendría que volver a verlo.
La puerta del baño se abrió y Jace salió con una sonrisa tonta en la cara. Le guiñó un ojo, se dio la vuelta para asegurarse de Damian estaba bien y salió de la habitación.
Bueno, pues vale.
Rápidamente se acercó a Damian que estaba cojeando lentamente para salir del cuarto de baño. Se movía con confianza, a pesar del yeso en su pierna. Su mirada la mantuvo inmovilizada en el lugar mientras lentamente se iba acercando a ella. Sus ojos quedaron fijos en los de ella cuando se detuvo frente a ella y lentamente movió sus manos para colocarlas a ambos lados de su mandíbula. Acarició sus mejillas con sus pulgares y susurró.
- Ahora eres mía.
Sus labios tocaron los de ella con suavidad, muy lentamente y Sheena no pudo contener un gemido.
No podía creer que esto estaba sucediendo por fin!
Damian profundizó el beso, pero ella sintió como temblaba y se dio cuenta de que esto era agotador para él. Si acababa de salir de un largo coma por el amor de Dios! Necesitaba descansar. Ella lo soltó de mala gana.
- Tienes que volver a la cama.
Pensó que diría que no, que se pondría machito mostrando su fortaleza, pero la sorprendió apoyándose en ella y hasta le permitió ayudarlo a meterse de nuevo en la cama.
- No estoy tan fuerte como pensaba.
Su sonrisa era de disculpa.
- Por lo menos estas despierto. Nos tenías muy preocupado.
Se sentó en la silla junto a su cama y fue a cogerle la mano como lo había hecho en el último par de meses. Se dio cuenta demasiado tarde de que estaba despierto y ya no necesitaba sentir su piel...
Él no la dejó retirar su mano y la agarró antes de que ella la escondiera.
- No vuelvas a pensar que no puedes tocarme.
Ella se sonrojó y asintió con la cabeza, mirando hacia sus manos entrelazadas.
- Lo siento.
- ¿El qué?
- El ser un imbécil. Un capullo. Un tonto. Un idiota... no dudes en pararme en cualquier momento. Cuando quieras.
Ella sonrió.
- Disculpa aceptada.
Su pulgar se movía acariciando la parte interior de su palma  lo que la hizo estremecerse.
- Jace me ha dicho que has leído mi diario.
- Sí... él ah, me lo dio y eh...
- Está bien, no pasa nada. Tendría que habértelo dado hace años. Joder, yo mismo debería habértelo mandado.
Se recostó en las almohadas, visiblemente agotado.
- Lo siento tanto, he actuado como un...
- Shhh. Está bien. Tenemos mucho de qué hablar. Pero no ahora. En estos momentos, necesitas descansar. Aun estas curándote, ¿sabes?
- Sí. Bueno, eh, tu... vas... ¿Estarás aquí cuando me despierte?
- Siempre Damian. Siempre estaré aquí.

viernes, 11 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 21

Damian se sentía casi humano de nuevo. Con la ayuda de Jace se había duchado, se había afeitado, se había cepillado los dientes y hasta se cortó las uñas. Por fin estaba despierto.
El oír a Jace y Sheena discutir sobre por qué ella no le había dicho que lo amaba, finalmente le había permitido atravesar la bruma que lo mantenía atrapado y despertar. Él sólo había sido capaz de mirarla fijamente, hipnotizado. Se había aferrado a su mano y no la había querido dejar de ir. Hasta que se dio cuenta de las pintas que tenía que tener. Y como debía oler. No podía declararle su amor oliendo a bicho muerto.
Necesitaba estar limpio y medianamente presentable, a pesar de que cada movimiento que hacia dolía como mil demonios.
- ¿Estás bien?
- Estoy bien Jace, dame un segundo.
- Le diré a Sheena...
Damian agarró el brazo de su hermano con las pocas fuerzas que tenía.
- Si alguna vez te atreves a hablarle a ella en ese tono de nuevo, o la lastimas con tus palabras, voy a partirte la cara. ¿Me has entendido?
- Uhm, sí... te entiendo. ¿Pero de qué demonios estás hablando?
- Estoy hablando de cuando le dijiste que estaba demasiado ciega para ver que mis acciones eran causadas por mis sentimientos.
Jace abrió mucho los ojos.
- ¿Oíste eso?
- Sí, lo oí. Y no me gustó tu tono.
- ¿Has oído algo más? ¿Algo recientemente?
- ¿Qué crees que me ha hecho despertar? He oído muchas cosas últimamente. Pero oírte decir... y a ella mencionar... necesitaba despertar. Ya es hora de que crezca un par y la haga mía, y le diga lo que siento.
- Yo uh... creo que ella ya lo sabe.
- ¿Qué quieres decir?
- Hay algo que tengo que decirte.
- ¿Qué? Jace, ¿qué hiciste?
- Bueno, eh ¿tu diario?
- Sí ¿Qué pasa?
- Yo se lo di. Para que lo leyera.
- ¿Qué hiciste qué?
- Se sentía como una mierda, culpándose a sí misma por lo que te pasó y yo pensé que si ella lo leía y sabía lo que tú sentías por ella... que haría que se sintiera mejor.
- Jace, ese diario era privado.
Soltó un bufido.
- ¿Así que eso es lo que ella ha estado leyendo todo este tiempo?
- Una y otra vez.
- De ahí es de dónde saca todas esas preguntas.
- Creo que sí, sí.
- Ah...
Damian sonrió, por primera vez en años, él realmente sonrió. Él no iba a dejarla ir. Ni ahora, ni nunca.
- ¿Me puedes ayudar?
- Sí.
Se inclinó sobre su hermano, y cojeando de su brazo, Damian salió del cuarto de baño, listo para enfrentarse a su mujer.

16 de julio

Oh mierda. Oh dios. Acabo de oír...
¿Podría ser verdad? ¿Podría amarme tanto como yo la amo a ella? ¿Me he pasado todo este tiempo haciendo el ridículo cuando todo este tiempo ella ha sentido lo mismo?
Tengo que saberlo, tengo que decirle lo mucho que lo siento por haberla herido, por actuar como lo he hecho. Tengo que decirle lo que siento. Jace dice que ella está demasiado avergonzada y no me deja hablar con ella. Me mata saber que están compartiendo una habitación, una cama, justo en este momento.
Y pensar que ese era yo... El otro día ella me estaba mirando. A mí!
Esto es una locura, no puedo hacer que mi corazón deje de palpitar. Se me va a salir del pecho.
Estoy temblando por la necesidad de abrazarla. De consolarla.
Me ama.
¿Podría ser? ¿Podría esta mujer finalmente, realmente ser mía?

sábado, 5 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 20


Sheena miró hacia la cama en estado de shock. Damian la estaba mirando a ella con completa adoración.
- Hola.
Siguió mirándola incluso cuando Jace mencionó que iría a buscar al médico.
- ¿Quieres un poco de agua?
- Por favor. 
Su voz sonaba totalmente ronca y seca por lo que rápidamente vertió un poco de agua en un vaso y le ayudó a beber con una pajita. Damian no le soltaba la mano y se quedó mirándola intensamente.
- Damian, yo…
Las palabras se atascaron en su garganta cuando el doctor entro en la habitación.
- Sr. Alessandri, por fin con nosotros. ¿Cómo se siente?
- He estado mejor.
- Sí, ha sido usted muy afortunado. Si no hubiera sido por esta jovencita, probablemente no estaría con nosotros en estos momentos. Tiene usted suerte de que ella nunca se separo de su lado.
El doctor Michaels le estaba revisando con cuidado, quitando un par de cosas que ya no necesitaba ahora que estaba despierto y aun así él no le quitaba ojo. Sentía mariposas por dentro y su corazón daba un salto cada vez que el parpadeaba.
Se mordió el labio con nerviosismo, esperando que el médico que acabara su examen.
- Todo parece estar bien. Voy a pedir unas pruebas para mañana, necesitará un TAC y algunas cuantas cosas más, y ya veremos a partir de ahí. Hasta entonces puede tomar un poco de agua, pero nada de alimentos sólidos por ahora. Simplemente trate de descansar un poco.
Damian asintió al el médico sin mirarlo, como si no le importara. El Doctor Michaels se fue con una gran sonrisa y Jace camino por algún lugar de la habitación mientras ella y Damian se miraban el uno al otro.
Se moría de ganas de hablar con él, preguntarle todas aquellas cosas que se acumulaban dentro de su cabeza, quería asegurarse de que estuviera bien... pero las palabras no salían de su boca. Jace se aclaró la garganta una vez, dos veces y de repente, Damian le soltó la mano y miró a su hermano.
- Ayúdame a Jace ¿quieres? Necesito una ducha.
- Uhm, sí, pero el doctor dijo que necesitas descansar, y estoy bastante seguro de que no debes mojarte la escayola.
- Tu hazlo Jace. Ahora.
El corazón de Sheena se rompió. El viejo Damian estaba de vuelta. El que era grosero y borde y ni la miraba. ¿Qué diablos le pasaba?
- Yo puedo ah... puedo ayudarte.
Damian la miró asqueado.
- ¡No!
Si la hubiese abofeteado, habría dolido menos.
Una palabra. Una simple palabra y ella se olvidó de todo lo que había leído en el diario. No podía ser cierto. Era un juego, un truco, un engaño. Algo.
Alguien que la amaba no la trataría así.
Se había quedado a su lado todo este tiempo, había perdido su trabajo y no le había importado, porque había estado con él. 
Porque había estado convencida de que cuando despertara, estarían juntos, el pasado olvidado.
Ella cogió el diario para leer una de las últimas páginas, una vez más. Aunque se la sabia de memoria.

14 de Septiembre 2012

El grupo se ha ido de vacaciones otra vez. Quiero quedarme aquí, pero Jace no me lo permite. Él está convencido de que esta vez será diferente, que será mejor. ¿No ha aprendido nada en este último año y medio? Yo no puedo estar cerca de Sheena y comportarme como un ser humano normal. Las cosas que me hace sentir no me lo permiten. Cuando estoy a su alrededor me convierto ese tímido chaval de 15 años que no tiene ni idea de las mujeres.
Debería darme por vencido.
Si no dejado de meter la pata en todo este tiempo, no va a pasar ahora. La oportunidad de verla de nuevo, sin embargo, es demasiado tentadora.
Es como una adicción. A pesar de que sé que la liare otra vez y haré el ridículo y sólo conseguiré que me odie más, tengo que ir. Tengo que verla.
Esperemos que Jace tenga razón y esta vez sí que sea  mejor.
Un hombre puede soñar...

Joder. Simplemente... joder. Acabo de llegar y lo primero que veo es a mi preciosa Sheena saliendo del lago con el bikini más pequeño que he visto jamás. Ella esta increíble.
Y no puedo tenerla.
Ella llegó a decir mi nombre, y yo simplemente pase junto a ella, ignorándola por completo. Luego completé mi metedura de pata siendo grosero con ella.
Un gran comienzo para una gran semana, estoy seguro.
Soy. Imbécil.