Al día
siguiente Silvia supo que Daniel ya había vuelto a Barcelona, y se sentía un
poco dolida por qué no se había despedido de ella. Estaba contenta porque por
fin la había perdonado, pero la decepción cuando la llevo a su casa y no le
beso, todavía le molestaba. Quizás debía haberlo besado ella…
Cuando
volvió a casa de trabajar, abrió su correo electrónico, estaba esperando
respuesta sobre algunos asuntos, pero no vio nada de eso, solo vio un correo
‘Daniel González’. El corazón le pego un pequeño brinco, y Silvia se dispuso a
leerlo;
Lo
siento Campanilla, tuve que volver al trabajo hoy. Me hubiese gustado volver a
quedar pero ya nos veremos la próxima vez. Me alegro de haber aclarado las
cosas.
Daniel.
Silvia
se sentía bien. Dani volvía a hablarle y podrían volver ser amigos. O más, si
él la dejaba… Si hace años lo que él sentía era tan fuerte, quizás podría
volver a sentirlo.
Silvia
tenía ganas de volver a verlo, de abrazarlo, de sentirlo cerca. Hasta se sentía
tentada de decirle lo que sentía. Pero no, era demasiado pronto, tenía que
volver a ganarse su amistad y confianza antes de decirle que ahora sí que se
atrevía a darle una oportunidad. Frunció el ceño. Claro que no estaba segura de
lo que él sentía por ella. Habían pasado muchos años y ese amor se podía haber
convertido en otra cosa. Si todavía estuviera enamorado de ella, lo hubiese
demostrado ¿no? La hubiese besado, o mejor, se hubiese acostado con ella…
Tenía
que dejar de pensar estas tonterías. Daniel era demasiado controlado para hacer
esas cosas impulsivamente. Aunque sentía curiosidad de cómo sería con él,
también le daba miedo su reacción al saber que ella era virgen. El era tan
honorable, que hasta sería capaz de ofrecerse a casarse con ella o algo igual
de drástico… Silvia sonrió, era patético, tenía casi 24 y todavía no sabía lo
que era hacer el amor con un hombre.
Si,
había tenido citas y se había besado con chicos antes, pero cuando llegaba al
punto de pasar al siguiente nivel, algo la frenaba. Siempre había supuesto que
simplemente ella no estaba hecha para hacerlo, pero ahora sabía que nunca lo
había hecho porque ninguno de los chicos era Dani. Ninguno la hizo sentir como
lo hacia él, ninguno la miraba como lo hacia él. Simplemente, tenía que ser él.
Todavía
quedaban unos meses para su cumpleaños, y Silvia decidió en ese momento que lo
iba a seducir como hizo el con ella. Le mandaría flores, ¿a los chicos se les mandan
flores?, le enviaría regalos, ¿qué clase de regalos?, hace 6 años que no lo
conozco, y le seduciría para que él fuera el primero y si las cosas
le salían bien, el único.
Silvia
se dispuso a responderle al e-mail. Antes que nada, tenía que retomar la
amistad. Le contaría como le fue el día, que planes tenia para más tarde, y
luego le preguntaría a él algunas cosas por el estilo. Tenía que volver a
conocerlo para saber que le podía regalar. Dentro de dos semanas cobraba, y le
mandaría unas flores, y algún pequeño detalle. Comenzaba la seducción…
Daniel
sonrió al ver los tulipanes y el reloj que le había mandado Silvia. Llevaban
unas semanas mandándose e-mails, volviéndose a conocer y Daniel le había
comentado que necesitaba un reloj nuevo. Estaba sorprendido de que Silvia
hubiese hecho esto. El mismo había pensado enviarle algo, y solo su fuerza de
voluntad y su orgullo le salvaron de hacerlo. Ahora se alegraba de no haberle
mandado nada, Silvia estaba intentando recuperarle, y eso le gustaba, le
gustaba mucho. Aunque sabía que no podía dejarse engañar. - Solo te volverá
a hacer daño -, estaba hecho un lio. Por un lado, no quería volver a sufrir
como hace unos años, pero por el otro su corazón estaba pegando saltos de
alegría.
Sin
embargo, no estaba dispuesto a ponérselo fácil, por lo que ocasionalmente le
comentaba en los e-mails que tenía una cita o que había quedado con alguien,
aunque nunca especificaba que las citas eran estrictamente profesionales, por
razones de trabajo. Cuando ella le respondía, él podía notar que no le había
gustado nada y que estaba celosa, cosa que le encantaba.
Ya tenía
un regalo para su 24 cumpleaños, y estaba deseando poder dárselo. Ella no sabía
que el haría una visita sorpresa, ni siquiera se lo había dicho a Eduardo o
Marta. Quería sorprenderla sin que nadie lo supiera, y estaba tan excitado que
no podía esperar. – ¡Tonto! - él mismo se regañaba por
sentirse así, pero no lo podía remediar. Cuando se trataba de Silvia, nada
tenía sentido y volvía a ser un idiota en todos los sentidos.
Le mando un correo para darle las gracias por las flores y el reloj, que era perfecto. Hasta la inscripción le gustaba “La segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer.”, era perfecto, una frase de la película que le había obligado a ver más de una vez. Le había dado un tiempo por decir la misma frase una y otra vez. Era su respuesta a todo cuando tenía solo 9 años. Dani sonrió. Sentía que la había recuperado, pero todavía no se atrevía a abrir su corazón para dejarla entrar. Todavía no le habían curado las heridas y no estaba muy seguro de lo que Silvia sentía por él. Aunque ella parecía querer demostrarle lo que sentía, el tenía miedo de que cuando él le mostrara sus sentimientos, a ella le volviera a entrar el pánico. Cerró los ojos, y respiro hondo. Pronto ella volvería a ser suya, y esta vez para siempre. - ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto!
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