domingo, 23 de junio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 11


Silvia termino de llenar la pequeña bolsa de viaje que pensaba llevarse a Barcelona. Dentro de dos días seria su cumpleaños y había reservado el vuelo el día que decidió seducir a Dani. Le había mandado flores y regalos todos los meses, y habían mantenido el contacto por correo electrónico, incluso habían hablado por teléfono algunas veces estas últimas semanas.

No le había dicho nada a nadie de su viaje, ni a Daniel, ni a sus padres. Quería sorprenderle, y aunque pensó por un momento que quizás el pudiera tener planes para ese día, como una cita o algo parecido, estaba tan ilusionada con la idea de volver a verlo, que nada le importaba. Había pedido una semana de vacaciones, y si Dani la rechazaba, bueno, pues siempre podría visitar la cuidad.

Había sido difícil convencer a su madre de que no le organizara una fiesta

- Mama, me voy de vacaciones unos días vale, quiero estar sola.
- Pero hija, vas a cumplir 24, eso tenemos que celebrarlo.
- Por favor entiéndeme, necesito estar sola.
- ¿Esto tiene algo que ver con Daniel?
- ¿Qué? No, ¡claro que no!

Su madre le había mirado incrédula, pero había aceptado su decisión. No le había dicho que iba a Barcelona y cuando su madre le pregunto, simplemente le dijo que iba a la costa, sin especificar.

Cuando por fin llego el día, estaba montada en el avión y jamás había estado tan nerviosa. No era precisamente que le tenía miedo a volar, más bien tenía miedo de la reacción que tendría Dani al verla. Había reservado un hotel muy cerca de su casa, aunque esperaba no tener que dormir allí.

Esperaba que Dani la recibiera con los brazos abiertos, que le hiciera el amor y que la dejara quedarse con él durante toda la semana. Todavía estaba pensando en eso cuando el avión aterrizó un rato después.  Silvia cogió un taxi y fue al hotel primero, tenía que ducharse y cambiarse antes de presentarse en casa de Dani. Se había comprado lencería para esta ocasión, necesitaba sentirse guapa y sexy para tener la seguridad de poder seducir a Dani. El conjunto era de encaje negro y le cubría lo justo. Silvia se sentía femenina y poderosa sabiendo que lo llevaba puesto debajo de su vestido. El vestido también era de color negro, y le moldeaba todas las curvas, le marcaba el trasero, y le hacia un escote de vértigo. El conjunto lo terminaban unos tacones peep-toe de charol, con bolso a juego y un colgante y pendientes que sus padres le habían regalado por su cumpleaños el año anterior. Su colgante de campanilla lo llevaba colgado del piercing, con la esperanza de que Dani le preguntara por él. Volvió a mirarse al espejo una vez más antes de salir de su habitación en busca de su mejor amigo.

Daniel estaba sonriendo, el vuelo había ido bien, había ido a su casa para cambiarse, y ahora iba de camino a casa de los padres de Silvia. Intuía que ella estaría allí, ya que sus padres todos los años le organizaban una fiesta. Aunque siempre lo habían invitado, el nunca había ido. Y este año que nadie le había invitado, se presentaba por sorpresa. Sonrió para sí, no podía esperar a ver la reacción de Silvia al verle o al ver su regalo. Sabía que era una locura, pero necesitaba verla. Su mantra estaba cayendo en el olvido rápidamente, y aunque sabía que volvería a sufrir, no lo podía remediar.

Aparco el coche cerca de la casa y escucho – todo estaba muy silencioso. No parecía que estuvieran celebrando una fiesta. Frunció el ceño, ¿estarían en casa de Silvia, en vez de aquí? Pero porque harían eso, ¿si siempre se había celebrado aquí?

Aquí pasaba algo, y Daniel no sabía que era, así que cogió el regalo de Silvia en brazos y llamo a la puerta para averiguar qué era lo que estaba pasando.

- Daniel, hijo, ¡que sorpresa!

Marta abrió la puerta y le dejo pasar, mirando con curiosidad al pequeño cachorro que Daniel llevaba en brazos. Daniel le dio dos besos, y miro a su alrededor.

- Hola Marta, ehh… ¿me estoy perdiendo algo?
- No cariño, ¿porque lo dices?

Daniel entrecerró los ojos.

- Hoy es el cumpleaños de Silvia, ¿porque no hay fiesta? ¿Porque no está ella? ¿Qué ha pasado Marta?

Marta rio.

- Nada cariño, no pasa nada. Silvia está de vacaciones. Decía que este año necesitaba estar sola.

Lo miro preocupada.

- Aunque sinceramente, pensamos que estaría contigo y no nos quería contar nada.
- ¿Qué? Marta, como ya ves Silvia no está conmigo.

Saco su móvil del bolsillo, y marco el número de Silvia.

- Está apagado. ¡Mierda!

Se paseo por el pasillo pensando en que hacer. Si Silvia había ido a Barcelona como pensaba su madre, estaría allí sola, pero si había ido a otro sitio, quizás de verdad quería estar sola. Aunque le extrañaba que no le hubiese dicho nada, si así fuera.

- Voy a buscarla.
- Pero hijo, ¿a dónde vas a ir?
- Primero iré a Barcelona, y si no está allí, pues ya lo pensare. Mientras tanto, sigue llamándola y cuando des con ella le preguntas donde está y le dices que se quede allí. Luego me llamas a mí y me dices donde esta ¿vale?
- Daniel, tranquilízate, ella estará bien. ¿Cómo vas a ir a Barcelona a estas horas? Tienes que estar cansado. Descansa un poco.

Daniel miro el reloj y cerró los ojos. En avión ya no le daba tiempo, el último vuelo salía dentro de media hora. Tendría que conducir.

- Me voy en coche, llegare en unas horas. ¿Te puedes quedar con el perro y cuidarlo hasta que se lo pueda dar a Silvia?
- Si por supuesto pero Daniel, ¿porque no te quedas esta noche y ya mañana vuelves en avión?
- No puedo Marta, necesito encontrarla.

Marta le sonrió con comprensión.

- Vale, pues deja te prepare un termo con café y algo de comer para el viaje.


Silvia estaba anonadada. Daniel no estaba. Había ido a su apartamento y el portero le había comentado que Daniel había salido y que no volvería en unos días. Se sentó en un banco en un parque que había cerca. No se lo podía creer, había hecho el viaje para nada. ¡Que tonta era! ¡¿Cómo se le ocurría pensar que Daniel todavía podía sentir algo por ella?! Seguramente se habría ido con alguna mujer a divertirse por ahí, y se había olvidado de ella completamente. ¿Porque si no, no había recibido ni una llamada, ni un mensaje? Sintió como las lágrimas empezaban a brotar y no podía hacer nada para detenerlas. Seguro que le estaban estropeando el maquillaje, aunque en estos momentos le importaba más bien poco. Necesitaba hablar con su madre, pero sentía tanto dolor que estaba segura que no le saldría la voz. Silvia pensó en lo bien que había estado con Daniel estos últimos meses, y aunque él no sabía que ella vendría, se prometió que jamás le perdonaría que no la hubiera llamado. Jamás.

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