Silvia
termino de llenar la pequeña bolsa de viaje que pensaba llevarse a Barcelona.
Dentro de dos días seria su cumpleaños y había reservado el vuelo el día que
decidió seducir a Dani. Le había mandado flores y regalos todos los meses, y
habían mantenido el contacto por correo electrónico, incluso habían hablado por
teléfono algunas veces estas últimas semanas.
No le
había dicho nada a nadie de su viaje, ni a Daniel, ni a sus padres. Quería
sorprenderle, y aunque pensó por un momento que quizás el pudiera tener planes
para ese día, como una cita o algo parecido, estaba tan ilusionada con la idea
de volver a verlo, que nada le importaba. Había pedido una semana de
vacaciones, y si Dani la rechazaba, bueno, pues siempre podría visitar la
cuidad.
Había
sido difícil convencer a su madre de que no le organizara una fiesta
- Mama,
me voy de vacaciones unos días vale, quiero estar sola.
- Pero
hija, vas a cumplir 24, eso tenemos que celebrarlo.
- Por
favor entiéndeme, necesito estar sola.
- ¿Esto
tiene algo que ver con Daniel?
- ¿Qué?
No, ¡claro que no!
Su madre
le había mirado incrédula, pero había aceptado su decisión. No le había dicho
que iba a Barcelona y cuando su madre le pregunto, simplemente le dijo que iba
a la costa, sin especificar.
Cuando
por fin llego el día, estaba montada en el avión y jamás había estado tan
nerviosa. No era precisamente que le tenía miedo a volar, más bien tenía miedo
de la reacción que tendría Dani al verla. Había reservado un hotel muy cerca de
su casa, aunque esperaba no tener que dormir allí.
Esperaba
que Dani la recibiera con los brazos abiertos, que le hiciera el amor y que la
dejara quedarse con él durante toda la semana. Todavía estaba pensando en eso
cuando el avión aterrizó un rato después.
Silvia cogió un taxi y fue al hotel primero, tenía que ducharse y
cambiarse antes de presentarse en casa de Dani. Se había comprado lencería para
esta ocasión, necesitaba sentirse guapa y sexy para tener la seguridad de poder
seducir a Dani. El conjunto era de encaje negro y le cubría lo justo. Silvia se
sentía femenina y poderosa sabiendo que lo llevaba puesto debajo de su vestido.
El vestido también era de color negro, y le moldeaba todas las curvas, le
marcaba el trasero, y le hacia un escote de vértigo. El conjunto lo terminaban
unos tacones peep-toe de charol, con bolso a juego y un colgante y pendientes
que sus padres le habían regalado por su cumpleaños el año anterior. Su
colgante de campanilla lo llevaba colgado del piercing, con la esperanza de que
Dani le preguntara por él. Volvió a mirarse al espejo una vez más antes de
salir de su habitación en busca de su mejor amigo.
Daniel
estaba sonriendo, el vuelo había ido bien, había ido a su casa para cambiarse,
y ahora iba de camino a casa de los padres de Silvia. Intuía que ella estaría
allí, ya que sus padres todos los años le organizaban una fiesta. Aunque
siempre lo habían invitado, el nunca había ido. Y este año que nadie le había
invitado, se presentaba por sorpresa. Sonrió para sí, no podía esperar a ver la
reacción de Silvia al verle o al ver su regalo. Sabía que era una locura, pero
necesitaba verla. Su mantra estaba cayendo en el olvido rápidamente, y aunque
sabía que volvería a sufrir, no lo podía remediar.
Aparco
el coche cerca de la casa y escucho – todo estaba muy silencioso. No parecía
que estuvieran celebrando una fiesta. Frunció el ceño, ¿estarían en casa de
Silvia, en vez de aquí? Pero porque harían eso, ¿si siempre se había celebrado
aquí?
Aquí
pasaba algo, y Daniel no sabía que era, así que cogió el regalo de Silvia en
brazos y llamo a la puerta para averiguar qué era lo que estaba pasando.
- Daniel,
hijo, ¡que sorpresa!
Marta
abrió la puerta y le dejo pasar, mirando con curiosidad al pequeño cachorro que
Daniel llevaba en brazos. Daniel le dio dos besos, y miro a su alrededor.
- Hola
Marta, ehh… ¿me estoy perdiendo algo?
- No
cariño, ¿porque lo dices?
Daniel
entrecerró los ojos.
- Hoy es
el cumpleaños de Silvia, ¿porque no hay fiesta? ¿Porque no está ella? ¿Qué ha
pasado Marta?
Marta
rio.
- Nada
cariño, no pasa nada. Silvia está de vacaciones. Decía que este año necesitaba
estar sola.
Lo miro
preocupada.
- Aunque
sinceramente, pensamos que estaría contigo y no nos quería contar nada.
- ¿Qué?
Marta, como ya ves Silvia no está conmigo.
Saco su
móvil del bolsillo, y marco el número de Silvia.
- Está
apagado. ¡Mierda!
Se paseo
por el pasillo pensando en que hacer. Si Silvia había ido a Barcelona como
pensaba su madre, estaría allí sola, pero si había ido a otro sitio, quizás de
verdad quería estar sola. Aunque le extrañaba que no le hubiese dicho nada, si
así fuera.
- Voy a
buscarla.
- Pero
hijo, ¿a dónde vas a ir?
- Primero
iré a Barcelona, y si no está allí, pues ya lo pensare. Mientras tanto, sigue
llamándola y cuando des con ella le preguntas donde está y le dices que se
quede allí. Luego me llamas a mí y me dices donde esta ¿vale?
- Daniel,
tranquilízate, ella estará bien. ¿Cómo vas a ir a Barcelona a estas horas?
Tienes que estar cansado. Descansa un poco.
Daniel
miro el reloj y cerró los ojos. En avión ya no le daba tiempo, el último vuelo
salía dentro de media hora. Tendría que conducir.
- Me voy
en coche, llegare en unas horas. ¿Te puedes quedar con el perro y cuidarlo
hasta que se lo pueda dar a Silvia?
- Si por
supuesto pero Daniel, ¿porque no te quedas esta noche y ya mañana vuelves en
avión?
- No puedo
Marta, necesito encontrarla.
Marta le
sonrió con comprensión.
- Vale,
pues deja te prepare un termo con café y algo de comer para el viaje.
Silvia
estaba anonadada. Daniel no estaba. Había ido a su apartamento y el portero le
había comentado que Daniel había salido y que no volvería en unos días. Se
sentó en un banco en un parque que había cerca. No se lo podía creer, había
hecho el viaje para nada. ¡Que tonta era! ¡¿Cómo se le ocurría pensar que
Daniel todavía podía sentir algo por ella?! Seguramente se habría ido con
alguna mujer a divertirse por ahí, y se había olvidado de ella completamente. ¿Porque
si no, no había recibido ni una llamada, ni un mensaje? Sintió como las
lágrimas empezaban a brotar y no podía hacer nada para detenerlas. Seguro que
le estaban estropeando el maquillaje, aunque en estos momentos le importaba más
bien poco. Necesitaba hablar con su madre, pero sentía tanto dolor que estaba
segura que no le saldría la voz. Silvia pensó en lo bien que había estado con
Daniel estos últimos meses, y aunque él no sabía que ella vendría, se prometió
que jamás le perdonaría que no la hubiera llamado. Jamás.
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