lunes, 24 de junio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 12


No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se sentó en este banco. Ya no le quedaban lágrimas y tenía el cuerpo insensible del frio que hacía. Había anochecido hacia ya un buen rato, pero todo le daba igual, no tenía fuerzas para volver al hotel. Aunque debía hacerlo, tenía que llamar a su madre, y luego pedir un vuelo de vuelta, no podía quedarse aquí, sabiendo que Daniel estaba con otra y que ella no le importaba. Se volvería loca si se quedaba.

Lentamente se levanto del banco y comenzó andar hacia el hotel, que gracias a Dios quedaba cerca. No creía que las piernas la sostuvieran más tiempo. Cuando entro en su habitación, no estaba segura de que iba hacer primero, ducharse, llamar a su madre, o reservar un vuelo. Solo tenía ganas de meterse en la cama, acurrucarse con las mantas y olvidarse del mundo, pero como sabía que no podría dormir aunque quisiera, y vio su horrible imagen en el espejo decidió darse una ducha.

 

En la ducha perdió el tiempo, necesitaba olvidarse de todo y sentirse mujer. Necesitaba sentirse como antes, cuando salió del hotel. Se puso otro de los conjuntos de lencería que se había comprado, debajo de la bata, no tenía ganas, ni fuerzas de vestirse, ni siquiera de ponerse el pijama de seda, que también se había comprado para la ocasión.

Era casi medianoche, pero decidió llamar a su madre. Necesitaba su apoyo ahora más que nunca, ya que le iba a contar la tontería que había hecho. Saco su móvil del bolso, y para su sorpresa estaba apagado - después de salir del avión, nunca lo volví a encender - una pequeña llamarada de esperanza le recorrió el cuerpo. - Quizás, después de todo… -. Lo más rápido que pudo encendió el teléfono, y después de unos segundos empezaron a entrar los mensajes diciendo que tenía una llamada perdida. Silvia miro el teléfono, ¡27 llamadas perdidas! Cinco de esas llamadas eran de su madre, las otras 22 eran de Daniel.

 

Decidió hablar primero con su madre, estaba demasiado nerviosa para hablar con Dani.

- Silvia hija, ¿dónde te has metido? Llevamos llamándote todo el día.
- Si ya, acabo de verlo. Tenía el teléfono apagado.
- ¿Has hablado con Daniel?

Silvia respiro hondo

- Pues no, ¿porque?
- Pues cariño, porque estuvo aquí, y cuando vio que no estabas...
- ¿Cómo que estuvo allí?
- Si, vino por tu cumple. Pensaba que celebraríamos una fiesta y quería darte una sorpresa... Hija, ¿qué te pasa?

Silvia no pudo aguantar más, estaba llorando.

- Pensé que se había olvidado de mí. Estoy aquí en Barcelona, he venido a verle y pensé que se había olvidado de mí.
- Ay cariño, Daniel no se ha olvidado de ti nunca. Todos los años nos ha llamado siempre el día antes de tu cumpleaños, para saber cómo sería la fiesta y que os íbamos a regalar. Y siempre decía que te felicitáramos por su parte, aunque luego siempre se arrepentía y decía que no te dijéramos nada.

Silvia no podía hablar, estaba sorprendida. Jamás pensó que sus padres pudieran ocultar algo así.

- Anda, llámalo que va de camino, salió de aquí hace unas 5 horas. En coche. Y está muy preocupado. Me ha llamado 20 veces preguntándome si ya había hablado contigo. Esta al llegar y no sabe dónde buscarte.

Notaba que en la voz de su madre había un tono de diversión, como si supiera que pasaría cuando Dani por fin diera con ella.

- Vale. Si. Eso hare.

 

Silvia quería bailar, quería saltar. ¡Dani había ido a buscarla a Madrid! Y cuando no la había encontrado había ido a buscarla a Barcelona. Silvia estaba segura de que estaba sonriendo como una tonta, pero no lo podía remediar. Si hacía 5 horas que había salido de Madrid, le quedaba poco para llegar. Dudo en llamarlo, ya que estaba conduciendo, pero sabía que el coche tenía el llamado ´manos libres´, y como si no iba a saber dónde encontrarla?

Marco el número de Dani y cuando lo cogió, casi se queda sorda.

- Silvia ¿dónde estás? ¡Llevo todo el día llamándote! ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¡Dime donde estas!
- Hola Dani, tranquilízate ¿vale? Estoy bien, estoy en el Hotel Barceló, aquí, cerca de tu casa. ¿Sabes dónde es?

Silvia sonrió, Daniel estaba fuera de sí. Desde los 8 años, cuando le había puesto el mote de Campanilla, nunca, jamás, la había llamado por su nombre. Y ahora no paraba de decirlo.

- Silvia por Dios, quédate donde estas, ¡en 30 minutos estoy allí!
- Dani, no corras ¿vale? Estaré aquí aunque tardes una semana en llegar.

Oyó como él dejaba escapar el aire lentamente.

- Vale, entonces en menos de una hora estoy allí. Ni se te ocurra moverte, ¡me oyes!
- Aquí estaré, te lo juro.
- Vale. Hasta ahora Campanilla. Me…me alegro que estés bien.

Silencio.

- Ah y ¿Campanilla?
- Dime Dani.
- Feliz cumpleaños.
- Gracias.

Un segundo después, sonó el clic del teléfono. Silvia estaba eufórica, quería saltar, gritar, reír histéricamente. Pero se tumbo en la cama intentando que las lágrimas no la inundaran otra vez. 5 minutos, me quedo aquí 5 minutos y me arreglo, pensó, mientras sentía en los parpados el cansancio de todo el día, y los cerraba lentamente.

 

40 minutos después, unos golpes sordos la despertaron. Silvia se incorporo de golpe.

- Silvia, maldita sea abre la puerta antes de que la tire abajo.

Vaya, se había quedado dormida, ¡y Dani ya estaba aquí! Corrió hacia la puerta y ahí estaba Dani, su Dani, con cara de muy pocos amigos.

- ¿Dónde estabas? ¿Porque no abrías? ¿Estás bien?
- Estoy bien Dani. Solo me había quedado dormida.

Se miraron durante un buen rato, hasta que por fin Daniel entro y la abrazo, apretándola contra su cuerpo y cerrando la puerta con el pie.

- Por Dios. ¡No me vuelvas a hacer esto nunca más Silvia por favor!

Le dio un beso, que apenas le rozo los labios para volver a apretarla contra su cuerpo.

Silvia simplemente se dejo abrazar. La bata que llevaba era de seda y muy fina, por lo que podía notar el cuerpo de Dani contra el suyo, duro y musculoso, que parecía moldeado para que ella encajara perfectamente. Apoyo la mejilla en su pecho mientras él seguía regañándola suavemente. De repente cogió su barbilla y giro su cara hacia él, mirándola con preocupación.

- Has estado llorando.

Era un comentario, no una pregunta. Silvia no lo afirmo, simplemente lo siguió mirando, deseando que la besara de una vez. Cuando él no se movió, ella ladeo la cabeza y acercándose lentamente, rozo sus labios con los de él. Comenzó siendo un beso tímido, lento, hasta que saco la lengua y recorrió los labios carnosos de Dani con ella. Él soltó un gruñido antes de apretarla aun más contra sí y devorarle la boca. Silvia podía sentir lo duro que estaba, apretado contra ella.

 

Sus labios se movían con precisión, mordiendo, lamiendo, chupando. Silvia apenas podía respirar y se agarraba fuertemente a las solapas de su abrigo. Daniel seguía rodeando su cintura con un brazo y movía suavemente las caderas, pero con la otra mano le estaba acariciando el pelo, la cara y suavemente seguía descendiendo por su cuello. Sus labios se desplazaron y comenzó a depositar pequeños besos por toda su cara. No dejo ni un trocito de piel sin besar, mientras su mano seguía bajando hasta llegar a la curva de un pecho. Y ahí se quedo.

Con su pulgar, trazaba pequeños círculos en su piel, pero no se acercaba ni remotamente a donde Silvia necesitaba sentirlo.
 

- ¿Daniel?

Su voz era suplicante, jamás lo había llamado por su nombre completo. No podía ni pensar, el calor que desprendía el cuerpo de Dani la volvía loca. Quería quitarse la bata y que él se quitara la ropa.

- ¿Mmm…?
- ¡Dani!
- Dime, ¿qué quieres Campanilla?
- Quiero… tócame.

La estaba volviendo loca, y si no la tocaba pronto, gritaría. Necesitaba sentirlo, completamente.

- Pero si ya te estoy tocando. Aquí…

Le dio un beso en la mejilla.

- Y aquí…

Un beso en la oreja.

- También aquí…

Un beso más en el cuello.

- ¡Dani!

Silvia le dio un pequeño empujón en el hombro. La risa suave de Dani le llenaba los sentidos

- ¿Dónde quieres que te toque preciosa?
 
La cabeza de Silvia daba vueltas, no se podía creer que estuviera aquí con Daniel. ¿Y si solo era un sueño? Daniel le mordió suavemente el hueco entre el cuello y el hombro. No, imposible. Era demasiado real para ser un sueño.

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