viernes, 7 de junio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 4


Silvia no se movió del sitio, estaba sorprendida por como la había tratado Dani. Este no era el Dani que ella recordaba, ese chico tan atento, que le mandaba flores todos los meses. Desde que empezó a trabajar con su padre, en cuanto recibía su paga, primero se lo gastaba en ella. Lo demás lo metía en una cuenta bancaria.

- ...para nuestra casa - le había dicho una vez - te voy a comprar una casa igual de grande que esta. Así podremos estar juntos y tener todos los hijos que quieras.

Ella lo había mirado como si estuviera loco, pero él no se dejaba intimidar.

- ¿Te lo imaginas Campanilla? Tú y yo, ¿juntos para siempre? - Su sonrisa era deslumbrante, mientras la miraba con adoración.

Él le había dicho esas cosas unas cuantas semanas antes de que ella lo pusiera en ridículo, y jamás se olvidaría de la ilusión que teñía su voz. Silvia se paso las manos por la cara, secándose las lagrimas que por fin había dejado escapar.

Así la encontró su madre un rato mas tarde.

- Impresiona ver el hombre en el que se ha convertido ¿verdad?

Su madre la abrazo fuertemente, y ella no pudo detener el río de lágrimas.

- ¿Porque no le dices lo que sientes? - sugirió su madre.
- Ojala fuera tan simple, mama. El me odia.
- No digas tonterías hija.
- Es verdad, le he pedido que salgamos a comer algo para poder hablar, y ha sido un borde -  sabía que sonaba como una cría malcriada, pero no lo podía remediar.

Su madre simplemente sonrió,

- Ya, ¿y tú crees que para él es fácil volver a verte después de todo lo que paso?

No le dio tiempo a responder.

- Tu dale tiempo cariño. El solo se dará cuenta de que todavía te necesita.

Silvia miro a su madre sorprendida.

- Si hija, te conozco a ti y lo conozco a él. Tu dale unos días y ya lo veras.


Daniel se estaba dando patadas en el culo mentalmente mientras volvía a su casa. No tenía que haber sido tan desagradable con ella, pero tampoco quería tenerla cerca. No podía tenerla cerca. Nunca más. Eso le dolía más de lo que estaba dispuesto a reconocer. Desde que la había vuelto a ver, estaba hecho un lio, ¡y solo había estado con ella unos minutos! No quería ni pensar como estaría después de unas horas. Si siendo una adolescente podía manejarlo a su antojo, ahora que era toda una mujer, lo tendría comiendo de su mano, sin que él se diera ni cuenta. No podía permitirse el lujo de volver a perder la razón por ella.

Por fin llego a su casa. Aunque trabajaba y vivía en Barcelona, había comprado la casa de sus sueños en Madrid, con solo 22 años. Era perfecta, muy parecida a la casa de los padres de Silvia, y exactamente como había soñado que sería la casa que iba a compartir con Silvia algún día, cuando era más joven y todavía tenía esperanza. Tampoco estaba demasiado lejos de ellos, así que cuando Silvia quisiera visitar a sus padres… ¡pero que estaba diciendo! Silvia nunca pisaría esta casa, y jamás viviría en ella, aunque él la hubiese comprado con esa idea en la cabeza… Eso solo demostraba que estaba loco, loco de remate. - Nunca más, acuérdate tío, nunca más, - se lo repetía una y otra vez a sí mismo, como un mantra que no podía olvidar.

Entro en la casa y fue directamente a la ducha, necesitaba una ducha fría y la necesitaba ya, antes de que sufriera algún tipo de combustión espontánea.

 
Silvia volvió a la cocina con su madre, la verdad es que había venido a preguntarle cosas sobre Dani, pero después de lo que acababa de pasar, no se atrevía. La taza de la que había estado bebiendo Dani seguía sobre la mesa y Silvia se sintió tentada de posar sus labios por donde los había puesto Dani, solo para tener ese pequeño contacto. Cerró los ojos, esto se estaba convirtiendo en una obsesión. Estaba a punto de olvidarse de todo y despedirse de su madre cuando esta, conociéndola, la ánimo.

- Venga, ¿Qué quieres saber?

Silvia miro a su madre y se mordió el labio.

- Todo, lo quiero saber todo.

Marta comenzó a reírse.

- Bueno, todo no crea que te lo pueda contar y muchas cosas las sabes ya, así que especifica un poco, hija.

Silvia dudo, le daba vergüenza preguntarle a su madre cosas de Dani, especialmente porque se suponía que habían sido mejores amigos. Luego estaba lo de la escena que le había montado poniéndolo en ridículo. Su madre esperaba pacientemente a que ella se decidiera a hablar.

- ¿Sabes si…? ¿Él tiene…? ¿Está saliendo…?

A Silvia no le salían las palabras pero su madre negó con la cabeza antes de responder.

- No hija, no está saliendo con nadie.
- Ah…

No debería darle tanta alegría pero no lo podía remediar. Siguieron hablando durante un buen rato y esa tarde Silvia aprendió muchas cosas sobre el hombre que había sido su mejor amigo.

 

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