Silvia
no se movió del sitio, estaba sorprendida por como la había tratado Dani. Este
no era el Dani que ella recordaba, ese chico tan atento, que le mandaba flores
todos los meses. Desde que empezó a trabajar con su padre, en cuanto recibía su
paga, primero se lo gastaba en ella. Lo demás lo metía en una cuenta bancaria.
- ...para
nuestra casa - le había dicho una vez - te voy a comprar una casa igual
de grande que esta. Así podremos estar juntos y tener todos los hijos que
quieras.
Ella lo
había mirado como si estuviera loco, pero él no se dejaba intimidar.
- ¿Te
lo imaginas Campanilla? Tú y yo, ¿juntos para siempre? - Su sonrisa era
deslumbrante, mientras la miraba con adoración.
Él le
había dicho esas cosas unas cuantas semanas antes de que ella lo pusiera en
ridículo, y jamás se olvidaría de la ilusión que teñía su voz. Silvia se paso
las manos por la cara, secándose las lagrimas que por fin había dejado escapar.
Así la
encontró su madre un rato mas tarde.
-
Impresiona ver el hombre en el que se ha convertido ¿verdad?
Su madre
la abrazo fuertemente, y ella no pudo detener el río de lágrimas.
- ¿Porque
no le dices lo que sientes? - sugirió su madre.
- Ojala
fuera tan simple, mama. El me odia.- No digas tonterías hija.
- Es verdad, le he pedido que salgamos a comer algo para poder hablar, y ha sido un borde - sabía que sonaba como una cría malcriada, pero no lo podía remediar.
Su madre
simplemente sonrió,
- Ya, ¿y
tú crees que para él es fácil volver a verte después de todo lo que paso?
No le
dio tiempo a responder.
- Tu dale
tiempo cariño. El solo se dará cuenta de que todavía te necesita.
Silvia
miro a su madre sorprendida.
- Si
hija, te conozco a ti y lo conozco a él. Tu dale unos días y ya lo veras.
Daniel
se estaba dando patadas en el culo mentalmente mientras volvía a su casa. No
tenía que haber sido tan desagradable con ella, pero tampoco quería tenerla
cerca. No podía tenerla cerca. Nunca más. Eso le dolía más de lo que
estaba dispuesto a reconocer. Desde que la había vuelto a ver, estaba hecho un
lio, ¡y solo había estado con ella unos minutos! No quería ni pensar como
estaría después de unas horas. Si siendo una adolescente podía manejarlo a su
antojo, ahora que era toda una mujer, lo tendría comiendo de su mano, sin que
él se diera ni cuenta. No podía permitirse el lujo de volver a perder la razón
por ella.
Por fin
llego a su casa. Aunque trabajaba y vivía en Barcelona, había comprado la casa
de sus sueños en Madrid, con solo 22 años. Era perfecta, muy parecida a la casa
de los padres de Silvia, y exactamente como había soñado que sería la casa que
iba a compartir con Silvia algún día, cuando era más joven y todavía tenía
esperanza. Tampoco estaba demasiado lejos de ellos, así que cuando Silvia
quisiera visitar a sus padres… ¡pero que estaba diciendo! Silvia nunca pisaría
esta casa, y jamás viviría en ella, aunque él la hubiese comprado con esa idea
en la cabeza… Eso solo demostraba que estaba loco, loco de remate. - Nunca más,
acuérdate tío, nunca más, - se lo repetía una y otra vez a sí mismo, como
un mantra que no podía olvidar.
Entro en
la casa y fue directamente a la ducha, necesitaba una ducha fría y la
necesitaba ya, antes de que sufriera algún tipo de combustión espontánea.
- Venga,
¿Qué quieres saber?
Silvia
miro a su madre y se mordió el labio.
- Todo,
lo quiero saber todo.
Marta
comenzó a reírse.
- Bueno,
todo no crea que te lo pueda contar y muchas cosas las sabes ya, así que
especifica un poco, hija.
Silvia
dudo, le daba vergüenza preguntarle a su madre cosas de Dani, especialmente
porque se suponía que habían sido mejores amigos. Luego estaba lo de la escena
que le había montado poniéndolo en ridículo. Su madre esperaba pacientemente a
que ella se decidiera a hablar.
- ¿Sabes
si…? ¿Él tiene…? ¿Está saliendo…?
A Silvia
no le salían las palabras pero su madre negó con la cabeza antes de responder.
- No
hija, no está saliendo con nadie.
- Ah…
No
debería darle tanta alegría pero no lo podía remediar. Siguieron hablando
durante un buen rato y esa tarde Silvia aprendió muchas cosas sobre el hombre
que había sido su mejor amigo.
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