El día de la boda amaneció soleado y se
quedó así durante todo el día. Silvia estaba preciosa, aunque no tan radiante
como debería de estar una mujer a punto de unirse con el hombre de su vida.
Volvió a recordar todos aquellos momentos que vivieron antes de su pequeño
ataque de histeria hace años, y deseo haberle dado una oportunidad en aquel
momento. Había tenido tanto miedo de perderlo como amigo, que al final lo había
perdido del todo.
La habían dejado a solas un momento y
aprovecho para mirarse al espejo una vez más. Tenía que admitir que el vestido
le quedaba como anillo al dedo. De un diseñador exclusivo, el vestido color
marfil se pegaba a sus curvas perfectamente, para abrirse en un volante a
partir de las rodillas. La parte de arriba lo cubría un fino encaje, dándole u
toque sensual. Era de tipo halter con la espalda descubierta y cogido al cuello
por lo que le hacía un escote bastante pronunciado. El pelo lo llevaba recogido
en un moño suelto, con pequeñas horquillas para mantener el velo en su sitio.
Llevaba las joyas que le regalo su madre, las mismas que llevo cuando fue en
busca de Dani hacía ya unas semanas. Apenas iba maquillada ya que le gustaba
más el look natural, y a Dani también. Respiro hondo, no estaba para nada
segura de lo que estaba a punto de hacer, aunque claro, su padre no le había
dejado otra opción. Deseaba con todas sus fuerzas poder volver a tener la
amistad que siempre habían tenido y el miedo a no recuperar a Dani nunca era
asfixiante.
Su madre entro antes de que pudiera
seguir dándole vueltas a sus miedos.
- Hija, tenemos que irnos.
Marta se había arreglado a consciencia
para la boda de su hija con su ahijado y ella sí que estaba radiante. Silvia
sonrió,
- Mama, ¡estas guapísima!
- Gracias hija. Pero la que esta
deslumbrante eres tú. Dani se va a caer de espaldas cuando te vea, ya lo veras.
Silvia no estaba demasiado segura pero
no dijo nada.
- Vámonos, que tu futuro marido te
espera.
De camino a la iglesia Silvia agarraba
el ramo fuertemente. Estaba nerviosa y pensó que si Dani la dejaba plantada en
el altar seria la venganza perfecta por lo que le hizo ella. Sería una
humillación terrible, ella sola delante de todas esas personas. Empezó a
respirar más agitadamente. Si, seguro que Dani se vengaría de ella así…
dejándola tirada, humillada. Muchos de los invitados eran personas que habían
estado presentes cuando ella le grito a Dani en la fiesta de sus padres.
Seguramente pensarían que se lo merecía. Qué vergüenza…
- Hija, ¿estás bien?
Abrió los ojos, y vio que su padre la
miraba con preocupación a través del espejo retrovisor. Intento sonreír aunque
sin mucho éxito.
- Tengo miedo. Creo que… Creo que Dani
no va a estar en la iglesia.
Su padre le sonrió para tranquilizarla.
- Claro que va a estar hija. Lleva
deseando esto desde que era un crio. Sería un tonto si te dejara escapar a
estas alturas.
- Ya bueno, los hombres no siempre sois
conocidos por vuestra inteligencia…
Su padre soltó una carcajada.
- Todo irá bien ya lo veras. Venga que
ya estamos aquí.
Silvia salió del coche con el corazón
encogido. A pesar de las palabras de su padre, se había convencido de que Dani
no estaría allí. Así que cuando entro en la iglesia agarrada del brazo de su
padre y lo vio, tuvo que parpadear para contener las lágrimas y asegurarse de
que lo estaba viendo de verdad.
Dani estaba nervioso, no había dormido apenas, y las pocas veces que había podido echar una cabezada, lo habían despertado las pesadillas. Silvia dejándolo plantado, Silvia riéndose de él, Silvia con un tipo ingles… Marta estaba a su lado en la iglesia, porque no tenía a nadie más. Ellos eran su familia, aunque Silvia no se casara con él. Le apretó la mano como para darle ánimos y le sonrió brevemente. Volvió la vista hacia la entrada cuando escucho la conmoción dentro de la iglesia, y cuando por fin la vio, su corazón dejo de latir solo un instante, para luego comenzar a latir frenéticamente. La miraba fijamente mientras se acercaba a él al compás de la marcha nupcial. No se atrevía a parpadear, por si la preciosa imagen de su Campanilla desaparecía como en sus pesadillas. Esta era la mujer de su vida, quería arrodillarse para adorarla como se merecía el resto de su vida. El pasado no importaba, solo importaba el presente, el futuro. Mientras tuviera a Silvia a su lado todo lo demás daba igual. Eduardo le guiño un ojo mientras le entregaba a su hija. Dani no se atrevía a quitarle la vista durante toda la ceremonia, y cuando llego el turno de Silvia para dar el ‘Si quiero’ aguanto la respiración.
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