Silvia no dudo ni un segundo en
aceptar, y momentos después, por fin las palabras que lo hacían definitivo. Por
fin, Silvia era su mujer. Se acercó a ella para darle el beso, y no se pudo
contener. Hacía semanas que no la tocaba, que no la besaba, y su instinto posesivo
hizo que con el beso la aclamara como suya.
A Silvia le daba vueltas la cabeza. El
beso que le dio Dani hizo que le temblaran las piernas, y lo soltó a
regañadientes, solo porque se acordó de que estaban en una iglesia, y no era el
mejor sitio para dar rienda suelta a su pasión. Dani no la soltó del todo,
manteniéndola apretada contra él, mirándola intensamente. Parecía que en ese
momento estaban solos, no había más personas que ellos dos y Dani la miraba con
la promesa de que al caer la noche realmente iban a estar solos. Silvia no lo
pudo remediar, se apretó más contra él mientras recibían las felicitaciones de
todas las personas que habían sido testigos de la unión. Silvia no podía
esperar a estar a solas con Dani, sentía nervios al pensar que por fin estaría
otra vez con él. Frunció el ceño y miro a todas las personas que los habían
acompañado, y pensó que no era justo que no hubiese podido invitar a su amigo.
Pero pronto se olvidó de eso mientras Dani la acompañaba hacia afuera,
protegiéndola con su cuerpo del arroz que la gente les tiraba.
La recepción fue perfecta, sus padres
habían hecho un buen trabajo organizando la boda y el banquete y todo el mundo
parecía estar disfrutando de la comida. Su padre quiso pronunciar un discurso,
que todo el mundo escucho con atención.
- Hija. Hijo. No sabéis la inmensa
alegría que me da veros por fin juntos. Vuestra vida en común comienza en este
momento y dará muchos giros por el camino. Tendréis muchos días buenos, y
también algunos no tan buenos. Sin embargo, si os tenéis el uno al otro,
tendréis todo lo que necesitáis.
Miro a su mujer que se estaba secando
las lágrimas y le guiño un ojo.
- Manteneos unidos, hablad mucho y
siempre poned al otro en primer lugar. Haciendo esto, y añadiendo todo vuestro
amor, el camino esta echo para vivir junta una vida larga y feliz.
Los miro orgulloso y emocionado.
- ¡Y no os olvidéis de darnos unos
nietos!
Cuando por fin se acabó la recepción y
decidieron ir a casa, ya era de madrugada. Poco después llegaron a la casa de Dani,
que en teoría también era la suya, ya que tenía la llave y estaba casada con el
dueño.
Silvia estaba agotada y Dani también
parecía cansado. Sin embargo, abrió la puerta y la cogió en brazos, para entrar
juntos como mandaba la tradición. Cerró la puerta sin soltarla y no paró hasta
llegar al dormitorio principal. Una vez allí, la soltó lentamente y con
cuidado, como si fuera algo frágil que se pudiera romper. Tomándose su tiempo,
empezó a quitarle el vestido, desnudándola poco a poco. Iba tan despacio que
Silvia quería arrancarse el vestido de una vez, para empezar a disfrutar de
verdad. Su cuerpo no se había olvidado de las caricias que Dani era capaz de
proporcionarle y ansiaba sentirlo dentro lo antes posible.
Pero Dani se lo estaba pasando demasiado
bien como para apresurar las cosas. Desvestir a Silvia era como abrir el mejor
regalo de cumpleaños, si lo hacía demasiado rápido podría dañarla. No se fiaba
de sí mismo, la deseaba tanto que si escuchaba a sus instintos sería demasiado
brusco con ella y le haría daño. Algo que jamás se perdonaría. Por eso, le
quito el vestido con mucho cuidado, destapando poco a poco una piel blanca y
suave. Iba besando cada trocito de piel que ponía al descubierto, causándole
escalofríos a Silvia y disfrutando de la sensación de que esta noche cuando
entrara en ella, ya no sería como amigo, o novio. Sería como su marido.
Le hizo el amor muy lentamente, adorando su cuerpo como siempre había deseado hacer. Tomándose el tiempo que la primera vez no se tomó. Esta vez quería hacerlo bien. Esa noche le demostró con hechos, no con palabras, lo que siempre había sentido por ella. Esta vez, era para siempre.
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