martes, 16 de julio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 24


Silvia no dudo ni un segundo en aceptar, y momentos después, por fin las palabras que lo hacían definitivo. Por fin, Silvia era su mujer. Se acercó a ella para darle el beso, y no se pudo contener. Hacía semanas que no la tocaba, que no la besaba, y su instinto posesivo hizo que con el beso la aclamara como suya.

A Silvia le daba vueltas la cabeza. El beso que le dio Dani hizo que le temblaran las piernas, y lo soltó a regañadientes, solo porque se acordó de que estaban en una iglesia, y no era el mejor sitio para dar rienda suelta a su pasión. Dani no la soltó del todo, manteniéndola apretada contra él, mirándola intensamente. Parecía que en ese momento estaban solos, no había más personas que ellos dos y Dani la miraba con la promesa de que al caer la noche realmente iban a estar solos. Silvia no lo pudo remediar, se apretó más contra él mientras recibían las felicitaciones de todas las personas que habían sido testigos de la unión. Silvia no podía esperar a estar a solas con Dani, sentía nervios al pensar que por fin estaría otra vez con él. Frunció el ceño y miro a todas las personas que los habían acompañado, y pensó que no era justo que no hubiese podido invitar a su amigo. Pero pronto se olvidó de eso mientras Dani la acompañaba hacia afuera, protegiéndola con su cuerpo del arroz que la gente les tiraba.

La recepción fue perfecta, sus padres habían hecho un buen trabajo organizando la boda y el banquete y todo el mundo parecía estar disfrutando de la comida. Su padre quiso pronunciar un discurso, que todo el mundo escucho con atención.

- Hija. Hijo. No sabéis la inmensa alegría que me da veros por fin juntos. Vuestra vida en común comienza en este momento y dará muchos giros por el camino. Tendréis muchos días buenos, y también algunos no tan buenos. Sin embargo, si os tenéis el uno al otro, tendréis todo lo que necesitáis.

Miro a su mujer que se estaba secando las lágrimas y le guiño un ojo.

- Manteneos unidos, hablad mucho y siempre poned al otro en primer lugar. Haciendo esto, y añadiendo todo vuestro amor, el camino esta echo para vivir junta una vida larga y feliz.

Los miro orgulloso y emocionado.

- ¡Y no os olvidéis de darnos unos nietos!

Cuando por fin se acabó la recepción y decidieron ir a casa, ya era de madrugada. Poco después llegaron a la casa de Dani, que en teoría también era la suya, ya que tenía la llave y estaba casada con el dueño.

Silvia estaba agotada y Dani también parecía cansado. Sin embargo, abrió la puerta y la cogió en brazos, para entrar juntos como mandaba la tradición. Cerró la puerta sin soltarla y no paró hasta llegar al dormitorio principal. Una vez allí, la soltó lentamente y con cuidado, como si fuera algo frágil que se pudiera romper. Tomándose su tiempo, empezó a quitarle el vestido, desnudándola poco a poco. Iba tan despacio que Silvia quería arrancarse el vestido de una vez, para empezar a disfrutar de verdad. Su cuerpo no se había olvidado de las caricias que Dani era capaz de proporcionarle y ansiaba sentirlo dentro lo antes posible.

Pero Dani se lo estaba pasando demasiado bien como para apresurar las cosas. Desvestir a Silvia era como abrir el mejor regalo de cumpleaños, si lo hacía demasiado rápido podría dañarla. No se fiaba de sí mismo, la deseaba tanto que si escuchaba a sus instintos sería demasiado brusco con ella y le haría daño. Algo que jamás se perdonaría. Por eso, le quito el vestido con mucho cuidado, destapando poco a poco una piel blanca y suave. Iba besando cada trocito de piel que ponía al descubierto, causándole escalofríos a Silvia y disfrutando de la sensación de que esta noche cuando entrara en ella, ya no sería como amigo, o novio. Sería como su marido.

Le hizo el amor muy lentamente, adorando su cuerpo como siempre había deseado hacer. Tomándose el tiempo que la primera vez no se tomó. Esta vez quería hacerlo bien. Esa noche le demostró con hechos, no con palabras, lo que siempre había sentido por ella. Esta vez, era para siempre.

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