Dani estaba viendo la tele aburrido.
Quería meterse en la cama con su mujer y asegurarle de que ella era la única en
su vida, pero seguro que lo rechazaría. Deseaba poder dar marcha atrás en el
tiempo y… escucho a Silvia bajar las escaleras y de pronto sintió se quedaba
sin aire. Llevaba un conjunto de lencería diseñado para seducir y excitar. Y
estaba funcionando, podía sentir como su cuerpo se preparaba para ella. Pero no
se podía mover, estaba paralizado esperando que era lo que iba hacer Silvia.
Vio como caminaba hacia el televisor moviendo las caderas, y lo apago. Dani
inhalo fuertemente cuando, sin darse la vuelta, Silvia se soltó el cierre del
sujetador. Se dio la vuelta y dejo caer la prenda antes de comenzar a andar
hacia Dani, que seguía sin moverse del sofá. Lentamente se deshizo del último
trozo de tela que la cubría y se quedó de pie delante de Dani, esperando. El la
miro de arriba abajo y descanso la vista sobre el colgante del piercing antes
de bajar hacia ese tatuaje que lo tenía loco y por fin reacciono. Extendió la
mano, invitándola a sentarse encima de él a horcajadas.
Hicieron el amor con desesperación. Con
locura. La ropa de Dani estaba desperdigada por el suelo y los dos estaban
acurrucados en el sofá, piel contra piel. Todavía estaban temblando y
respiraban agitadamente. Silvia estaba abrazada a él y tenía la cabeza
enterrada en el cuello de Dani. Sabía que tendría que esperar a que se
recuperaran un poco pero no podía.
- Déjame ir contigo.
- Silvia…
- Por favor Dani. No te molestare ni
nada…
- No puede ser Silvia, y menos ahora,
serias una distracción muy grande.
Le dio un beso en la cabeza.
- Volveré pronto, lo prometo.
- No vayas – susurro – por favor Dani.
Cerró los ojos y espero la respuesta
que sabía que iba a venir.
- Tengo que ir Silvia. Yo… Tengo que
ir.
Dani la llamo todos los días,
asegurándose de que todo estaba bien, como si supiera que estaba a punto de
romperse. Silvia se sentía vacía, tenía el corazón roto y solo Dani tenía las
palabras para curarlo, necesitaba desesperadamente saber que aun la quería,
aunque jamás le decía nada por el estilo. Las conversaciones que tenían eran
cortas, frías e impersonales. Todos los días Silvia quería preguntarle por la
otra mujer, pero no se atrevía conocer la respuesta. Y cuando terminaba la
conversación todos sus temores salían en forma de un llanto descontrolado.
Cuando Dani volvió de Barcelona, las
cosas volvían a estar como antes, como si nunca hubiesen hecho el amor aquella
noche en el sofá. Silvia no le pregunto cómo le fue en su viaje, suponía que no
le interesaba. Volvían a la misma rutina, y Dani solo iba a casa a dormir unas
horas antes de volver al trabajo, ya que no soportaba verla sufrir. Estaba
demacrada y estaba perdiendo peso. A Dani le dolía verla así, deseaba acercarse
a ella, pero Silvia parecía pasar de él. Antes por lo menos le preguntaba como
estaba, le preparaba la comida. Ahora ya no hacía nada de eso, y Dani sabía que
la estaba perdiendo. No entendía porque Silvia actuaba de esta manera, sabía
que estaba dolida por que no la había llevado con él, pero no podía permitirse
la distracción, ¿porque Silvia no lo entendía?
Varias semanas después, durante un fin
de semana Dani en el que estaba encerrado en su estudio como siempre, Silvia
estaba en su habitación dándole vueltas a un sobre que contenía su futuro. Los
papeles del divorcio. Dani solo tendría que firmar y los dos estarían libres.
Para siempre. Se levantó y llamo suavemente a la puerta de Dani.
- Entra Silvia, sabes que no hace falta
que llames a la puerta en tu casa.
- No sabía si estarías aquí. ¿Podemos
hablar?
Dani se puso pálido, pero asintió.
Silvia se acercó al enorme escritorio,
y puso el sobre encima de él.
– Quiero el divorcio.
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