Silvia estaba nerviosa, Charles no
paraba de andar de un lado a otro.
- Es una gran responsabilidad para ti
sola, Silvia.
- Ya lo sé, no pasa nada. Soy una chica
responsable.
La miro con desaprobación.
- Deberías volver con tu marido.
- No me quiere, así que esta no es una
opción. Estaré bien.
Charles suspiro.
- Sabes que te puedes quedar conmigo y
Miguel todo el tiempo que quieras, pero deberías pensar en volver.
- No voy a volver con Dani, Charles,
así que déjalo ya ¿vale?
- No estoy hablando solo de Dani. Estoy
hablando de tus padres.
Silvia cerró los ojos y espero a que
pasara la nueva ola de nauseas.
- Charles, sabes tan bien como yo que
si mis padres lo saben, solo es cuestión de tiempo antes de que se lo cuenten.
Lo quieren demasiado como para ocultarle algo así. Y no voy a dejar que vuelva
conmigo solo por un falso sentido de la responsabilidad o culpabilidad u otra
razón que no sea única- y simplemente amor.
Las lágrimas en los ojos de Silvia
alertaron a Charles de que las hormonas volvían a aparecer, como siempre que
hablaban de Dani. Tendría que llamar el mismo a Marta para averiguar dónde
estaba Dani, y avisarlo sobre dónde encontrar a su mujer.
Qué casualidad pensó Charles, mientras colgaba el teléfono. Dani venía
de camino a recuperar a su mujer. Marta lo había llamado para avisarle de que
Dani estaba más que dispuesto a reclamar lo que era suyo y que iba de camino a
Londres. Ya era hora, Silvia necesitaba a su hombre, aunque se hiciera la
fuerte. Quedaba claro que lo echaba de menos y más de una vez la había visto
acariciando el colgante y el anillo que llevaba al cuello. Pronto volvería a
ser feliz y aunque eso significaba que no podían ser amigos, lo entendería.
Pero algo le decía que cuando Dani lo conociera, ya no sería la amenaza que él
pensaba, y podría seguir siendo amigo de Silvia e incluso del mismo Dani.
Dani se estaba mordiendo las uñas de
los nervios que sentía. Tenía miedo de llegar demasiado tarde, Silvia llevaba
dos meses en Inglaterra y estaba con su ex prometido. Esperaba que el hecho de
seguir estando casada y sus sentimientos por él, la hubiesen frenado de volver
con Charles o Carlos o como se llamara. Le costaba respirar y cada momento que
pasaba estaba peor. Se aferraba a la pequeña bolsa que llevaba para Silvia como
si fuera un salvavidas. Tenía que tener muy mala cara para que la azafata le
preguntase a cada momento si se encontraba bien. Cuando por fin aterrizo no
perdió el tiempo, cogió un taxi para que lo llevara directamente a la casa del
tipo ese, justo en las afueras de Londres.
Charles llevaba muy raro desde que
había recibido una llamada de teléfono misteriosa, estaba como ansioso y no
dejaba de mirar por la ventana, casi como si estuviera esperando visita. Había
estado encerrado con Miguel en la cocina, obligándola a quedarse en el sofá
guardando reposo. Y Silvia empezaba a mosquearse. Cuando la dejaban sola no
podía dejar de pensar en Dani y acariciándose suavemente la barriga deseo que
las cosas hubiesen ido de otra manera. Charles salió nuevamente de la cocina,
para asomarse a la ventana. Cuando se asomó, pego un salto de excitación.
- Miguel, Darling, ¡ya ha llegado!
Miguel salió corriendo de la cocina
para asomarse a la ventana y pego un grito. Silvia estaba a punto de levantarse
para ver qué era lo que causaba tal excitación pero no la dejaron.
- Tú sigue descansando que estas en
reposo. Solo es el cartero.
Silvia arqueo una ceja, la sonrisa
secreta de Miguel le decía que quien estuviera fuera no era precisamente el
cartero. Sonó el timbre y los dos hombres salieron a la entrada, señalándola
con el dedo para que no se moviera y cerrando la puerta entre la entrada y el
salón para que ella no pudiera ver quién era.
Cuando por fin se abrió la puerta Dani
estaba preparado para derribar al que se le pusiera por delante, sin embargo la
pareja que apareció ante sus ojos, no era para nada lo que había esperado. Dos
hombres altos, uno rubio y el otro moreno, vestidos de manera elegante y casi
afeminados. Los miro y volvió a mirar la dirección que Marta le había
proporcionado. Tenía que estar mal porque ninguno de estos dos hombres podía
ser Charles.
- Dani, ¡Darling!
- Ehh... ¿Nos conocemos?
- Tu a mí no, pero yo a ti sí.
Dani lo miro extrañado, y vio que los
dos hombres sonreían como bobos y tenían las manos entrelazadas.
- ¿Me podéis decir dónde puedo
encontrar a Chales?
El rubio sonrió y extendió la mano.
- Yo soy Charles, Darling. ¿Por fin has venido a por tu mujer?
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