En el avión de camino a casa hablaron
más de lo que habían hablado en todo lo que llevaban de matrimonio. Hablaron de
todo y de nada, como en los viejos tiempos. No había timidez ni miedo a
preguntar o a ofender. Volvían a ser amigos además de marido y mujer, y aunque
Silvia quería ese poquito más de él, podría esperar. Dani carraspeo, parecía
incomodo, hecho que indicaba que le iba hacer una pregunta intima.
- Campanilla, ¿puedo preguntarte algo?
Silvia sonrió, lo conocía demasiado
bien.
- Claro.
Carraspeo de nuevo.
- Tu… Cuando tu... ¿Por qué esperaste?
- ¿Por qué espere el que?
- Ya sabes… para estar conmigo.
- Tenías que ser tú. No había otra
opción.
- Ah. ¿Pero porque? Después de…
- Era una cría Dani, ya te lo dije. No
sabía cómo manejar lo que me hacías sentir, así que la pague contigo. Si espere
fue porque para mí jamás hubo nadie que me hiciera sentir lo que tú.
- ¿Y el tatuaje?
Silvia volvió a sonreír, sabía que la
curiosidad lo estaba matando desde que lo vio por primera vez.
- Al día siguiente de mi pequeño…
ataque de histeria, pensé que te había perdido. Pensé que jamás te volvería a
ver. Necesitaba algo permanente que me recordara a ti. Marcar mi piel con tu
nombre me pareció lo más lógico, ya que te tendría siempre conmigo.
Dani la beso, le daba igual que
estuvieran en un avión y que otros pasajeros los pudieran ver. Esta era su
mujer y tenía que dejarlo claro. Que llevara su nombre marcado en la piel, y
más en un sitio tan íntimo, lo llenaba de orgullo. Llevaba su nombre marcado
desde hacía años. Si lo hubiese sabido antes, durante todos esos años que había
estado solo en Barcelona… Pero eso ya quedaba en el pasado. Ahora ya era suya y
eso era lo que contaba. La miro y le soltó el collar, sacándole el anillo que
llevaba ahí. Volvió a ponérselo sin el anillo. Sin una palabra ella le ofreció
la mano para que él le pudiera volver a poner en anillo. No le soltó la mano y
le dio pequeños besos, haciéndole cosquillas. La pequeña caja que llevaba en el
bolsillo le quemaba, pero este no era ni el lugar ni el momento, para darle lo
que había comprado hacía ya unos años. Tendría que esperar.
- Campanilla, creo que esta vez me toca
a mí pedirte perdón.
Silvia lo miro extrañada.
- ¿Por qué?
- Te acuse de engañarme y ahora me doy
cuenta de que no fue así.
- Me alegro de que te hayas dado
cuenta. Y claro que te perdono.
Jugueteó con el colgante, ya que
estaban siendo sinceros y hablando de verdad, no debería callarse lo que tenía
dentro, pero tenía miedo a la respuesta que Dani pudiera darle.
- Habla Campanilla. ¿Qué te pasa?
- Bueno, te quería pedir algo.
- Lo que sea.
Ahora le tocaba el turno a ella de
carraspear.
- Silvia, lo que sea, pídemelo.
- Bueno, me gustaría, si puede ser
ahora que estamos bien, si no te importa…
- ¿El qué? Habla.
- Quiero que dejes a esa mujer.
No se atrevía a mirarlo.
- ¿Qué mujer Silvia? No sé de qué me
estás hablando.
- Venga ya Dani. La mujer esa de
Barcelona. Gisela.
- ¿Gisela? ¿Qué tiene que ver ella en
todo esto?
Silvia soltó un bufido.
- Dani sé que es tu amante ¿vale? Quedo
claro cuando estuvimos allí juntos y aun más cuando no me dejaste ir contigo
esa última vez.
- Silvia mírame.
Silvia no se movió y Dani le cogió
suavemente la barbilla y giro su cara hacia él para darle un suave beso en los
labios. Pero seguía sin levantar la vista hacia él.
- Nunca he estado con esa mujer. Jamás.
Eso hizo que Silvia lo mirara,
esperanzada.
- ¿De verdad?
- De verdad.
- ¿Y cuándo fuiste a Barcelona solo?
- Ni siquiera la vi. Le deje muy claro
en la fiesta que tú eras la única para mí y ella sabe que aunque eso no fuera
cierto, tampoco estaría con ella. No es precisamente mi tipo de mujer.
Silvia suspiro aliviada. Dani le dio un
beso que le dejo claro que ella si era su tipo de mujer. La única para él.
- Anda, abróchate el cinturón, ya
estamos llegando y a punto de aterrizar.
Fueron directos a casa, Silvia estaba
cansada y quería descansar y disfrutar de Dani unos días antes de ver a sus
padres y darles la noticia. En la casa todo parecía igual, menos en su
habitación. Sus cosas estaban metidas en cajas y el baúl estaba en mitad de la
habitación, con todas las cosas que guardaba, desperdigadas por el suelo. Dani
se acercó a ella y la rodeo con los brazos por detrás, apoyando las manos sobre
el pequeño bulto de su vientre.
- Me encargare de ordenarlo todo
Campanilla, y dejarlo todo como estaba.
- No.
- ¿No?
- No. No necesito una habitación con
mis cosas, puedo mezclarlo todo con tus cosas. – Se dio la vuelta en sus brazos
– y ya no tengo que esconder el baúl, le tengo que buscar un sitio a nuestros
recuerdos. Además, ya que esta habitación está al lado de la nuestra, creo que
va a ser la habitación perfecta para nuestro peque.
- Solo prométeme una cosa.
- Lo que me pidas.
- Que no lo llamemos Peter. Ni Pan. Ni
Garf… ¡au!
Silvia de dio un empujón.
- Que tonto. Todavía no sabemos si es
niño o niña. Pero si fuera niño, me gustaría Marco, como su abuelo. Y si es
niña Lucia, como su abuela.
Dani la beso, emocionado. Silvia no
paraba de sorprenderle con esos pequeños detalles, que pensara en los nombres
de sus padres para su hijo era todo un orgullo.
- Eso me gusta. ¿Y qué te parece si
Charles y Miguel son los padrinos? No sería lo habitual pero...
Lo miro sorprendida
- ¿Harías eso por mí?
- Campanilla, haría lo que fuera por ti.
Deberías de saberlo.
- Gracias - le dio un beso. – Pero creo
que mis padres nos matan si hacemos eso.
- Vale, pues tus padres son los
padrinos, y le ponemos el nombre de uno de los míos. ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
Dani le dio un suave beso en la frente.
- Te quiero.
- Bueno, ya que mañana tenemos cita con el ginecólogo, ¿qué te parece si visitamos a los abuelos pasado mañana?
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