Rebeca miro a Paula con los ojos muy abiertos.
- Yo...no...
Hizo un rápido cálculo mental y fue hacia su bolso,
sacando la pequeña tira de pastillas, suspiro aliviada. No se le había olvidado
tomar la píldora.
Paula obviamente lo vio también.
- Lo siento, no quería meterme en lo que no me
incumbe.
- No pasa nada. Solo es un resfriado. O algún virus,
no sé.
- Lastima. A Ethan le encantaría ser padre. Sobre
todo de un hijo tuyo.
- Ya. Oye, no quiero ser borde pero será mejor que
te vayas. No sé si lo que tengo es contagioso y tú con él bebe...
Paula le sonreía amablemente mientras cogía su
propio bolso y sacaba un llave, dejándola sobre la mesa.
- Tienes razón. Tu solo piensa en lo que te he
dicho/ Ethan te necesita. Y aunque no lo creas, tú también a él.
Varios días después, Rebeca se sentía mucho mejor y
no había dejado de pensar en lo que Paula le había dicho. ¿Sería verdad que
Ethan estaba tan mal sin ella?
Si era así, ¿por qué no la había buscado más?
¿Porque había dejado de insistir?
Miro la llave que había dejado Paula, sabiendo que
era de la casa de Ethan. Sintiéndose como una tonta, se metió la llave en el
bolsillo, se metió en su coche, y se dirigió hacia allí.
Unos golpes suaves sonaban en la distancia y Ethan
maldijo al notar el dolor de cabeza que le provocaba el ruido. Los golpes
suaves se convirtieron en golpes más fuertes e insistentes. Maldita fuera
Paula. ¿Por qué no lo dejaba en paz?
Escucho la puerta de abrirse y cerrarse. Luego, un
suave murmullo.
- Madre del amor hermoso.
Que gracia, estaba tan borracho que la voz de Paula
le sonaba a la de Rebeca. Su mente se estaba imaginando cosas que no eran.
Seguro que la pobre se había sorprendido con el desorden que reinaba en toda la
casa.
- ¿Ethan?
Dios, de nuevo la voz de Rebeca...
¿Señal de que se estaba volviendo loco? Escuchaba la
voz de su ex novia en su ex mujer.
- ¿Ethan?
Esta vez sonaba más cerca.
- Dios mío, Ethan. ¿Estás bien?
Abrió los ojos solo para comprobar que realmente no
era su Becky, pero tuvo que parpadear varias veces porque por algún milagro que
no lograba comprender, sí que era ella.
Rebeca trago con fuerza. Le dolía ver a Ethan así.
Pelo despeinado, barba espesa y bastante más delgado, aunque seguía teniendo un
cuerpazo.
La miro y parpadeo varias veces.
- Rebeca...
Dios, su voz. Cerró los ojos. Cuanto le había echado
de menos.
- Sí, soy yo. Porque no te duchas y te afeitas
mientras yo... uhm...
Miro a su alrededor.
- ¿... intento ordenar un poco?
Ethan se levantó y la miro con intensidad, haciendo
que a pesar de todo, mariposas revolotearan en su estómago.
Bueno, se pone interesante la cosa... ¿Que sucederá?
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