Esta vez en no la regaño. ¿Cómo podía hacerlo si su
felicidad era todo lo que él quería? Y al verla tan feliz, se le encogía el
corazón.
Carlos no podía pensar en nada más que sus cuerpos
pegados y no pudo evitar desear que no hubiera una barrera de ropa entre ellos.
La estrecho más fuerte contra su pecho sin pensar que ella pudiera notar la
evidencia de su excitación por ella. Así se quedaron un rato hasta que ella se
removió y se separó un poco de él, mirándolo directamente a los ojos. Sus
labios estaban tan cerca que si Carlos se inclinaba un poco los podría
saborear. Justo cuando se disponía a hacer lo que su mente ya se había
imaginado tantas veces, sonó el teléfono. Salvados
por la campana, pensó antes de soltarla y dirigirse a su mesa para
responder.
- Sandra, ve con Laura. Tienes que empezar a trabajar.
Ella se abrazó a si misma mirando su ancha espalda y
hombros. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Y qué demonios acababa de pasar
entre ellos?
Las piernas le temblaban y por más que intentara no
lograba darse la vuelta e irse. Carlos le dirigió una mirada interrogante.
Tapando el auricular del teléfono le pregunto;
- ¿Necesitas algo más?
Ella negó con la cabeza y se dio la vuelta para
dirigirse a su nuevo puesto de trabajo.
Laura estuvo muy amable con ella durante toda la
semana y le había enseñado pacientemente como hacer lo que se esperaba de ella.
Organizar la agenda, concertar citas y mantener todo el papeleo organizado para
que Carlos pudiera hacer su trabajo sin problemas. Apenas lo había visto en
toda la semana y las pocas veces que lo vio, se había dirigió a ella como si
fuera una extraña. No, como una extraña no, como una trabajadora más. Y aunque
lo entendía, estaba deseando que llegara la noche para estar con su amigo de
siempre. Él que la trataba como si fuera la única mujer del mundo, y solo tenía
ojos para ella.
Esa idea la hizo pensar, Carlos nunca había tenido una
relación demasiado seria. Claro que había tenido sus aventuras y con algunas
había aguantado varios meses pero las chicas siempre terminaban cansadas de su
relación con Sandra ya que nunca habían cancelado su cita de los viernes. Las
mujeres no entendían que fueran solo amigos y la veían como competencia.
Sandra sí que había tenido una que otra relación más
seria pero tampoco había dejado de ver a Carlos los viernes y creía que por esa
misma razón, quizás tampoco hubiera sobrevivido ninguna relación. Tampoco es
que le importara mucho, ya que nunca había sentido la pasión esa enloquecedora
que se describía en los libros. El sexo no había estado mal, pero siempre se
quedaba con la sensación de que faltaba algo más. Se preguntaba si con Carlos
sería igual. ¿Carlos? ¡No! Rafa, Sandra,
a ti el que te gusta es Rafa.
Sacudió la cabeza confundida, como para desechar la
absurda idea que se le había cruzado por la cabeza. Llevaba con pensamientos
similares desde que empezó el lunes, sobre todo después de aquel abrazo. Algo
había cambiado ese día, aunque Sandra no estaba segura de que era.
Te
recojo en tu casa a las 8.
El mensaje de Carlos le llego justo al irse del
trabajo, y sonrió. Jamás iba a estar lista a esa hora y Carlos debía saberlo,
pero lo intentaría. Lo había echado mucho de menos, y se le hacía extraño no
poder abrazarle cuando quería, o llamarle cosas cariñosas como estaba
acostumbrada a hacer constantemente. De camino a casa pensó en todo lo que
había pasado esta semana, creía haber encontrado una amiga en Laura y veía la
adoración que esta le tenía a Rafa, cosa que le molestaba un poco, pero que
entendía muy bien. Rafa había estado amable con ella, y flirteo con ella, como
era habitual en él.
Claro que sabía que Rafa no estaba hecho para ser un
futuro marido… pero le encantaría ser suya, aunque fuera por una noche. Llego a
su casa y entro corriendo para prepararse, ya eran las 6 y media, y pronto
Carlos estaría en su puerta.
Me encanta esa confusion en la que esta la pobre de Sandra... Jeje..
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