Los labios de Carlos sobre los suyos eran perfectos.
Jamás hubiera pensado que un beso pudiera ser así, tan intenso. Tan
enloquecedor,
¿Cómo no se había dado cuenta antes de la sexualidad
que emanaba Carlos por cada poro de su piel? No se parecía en nada a Rafa. Era
mil veces mejor.
Sintió como sus labios bajaban por su mandíbula
hacia su cuello, besando su piel sensible. A Sandra le costaba respirar, pero
le encantaba la sensación.
- Dios peque, no puedo… esto…
- Carlos.
Al decir su nombre, él se calmó y sus brazos la
rodearon.
- Te necesito Sandra. Necesito estar dentro de ti.
Eso la sorprendió, jamás hubiera pensado que Carlos
quería algo más en su relación.
- Tengo que estar seguro de que estás conmigo. De
que sabes con quien estas. Yo no soy Rafa, yo…
Sandra se separó un poco de él y encendió una
pequeña lamparita. Volviendo a sus brazos, lo miro a los ojos y lo beso.
- Se perfectamente con quien estoy y con quien
quiero estar, Carlos. Y yo también te necesito dentro de mí.
Carlos no pudo contener el gruñido que se formó en
su garganta. Por fin Sandra seria suya. Y ella sabía que estaba con él, y no
con su hermano.
La cogió en brazos, haciendo que entrelazara los
brazos alrededor de su cuello y sus piernas alrededor de sus caderas.
Sandra jadeo al notar su erección rozándola mientras
subían las escaleras. La fricción hacia maravillas con su cuerpo, pero llegaron
al dormitorio demasiado pronto. Carlos la soltó en el suelo y comenzó a
desvestirla. La luz de la luna entraba por la ventana, haciendo que se pudieran
ver perfectamente. Y por muy extraño que pareciera, no sentía nada de
vergüenza.
Con Carlos todo era tan natural que se preguntó
porque esto no había surgido antes entre ellos.
Por tu obsesión con Rafa, tonta.
Levanto las manos, quería tocarlo mientras lo
besaba, pero el agarro sus muñecas y las agarro por detrás de su espalda,
haciendo que sus pechos se elevaran. Carlos aprovecho y sin dejar de mirarla
chupo un pezón con fuerza, haciendo que Sandra jadeara.
- Carlos, desvístete. Quiero verte.
Carlos enterró su mano libre en la espesa melena de
Sandra, y con un movimiento firme tiro de ella, inclinando su cabeza hacia
atrás. Sandra gimió, lo miro y se lamió los labios. Siempre había sospechado
que Carlos tenía un lado salvaje, un lado oculto. Pero ¿quién le hubiera dicho
que eso la excitaría?
- Sandra pequeña… hay algo que deberías saber sobre
mí. Yo…
Parecía que no sabía cómo decírselo y la miro casi
pidiendo disculpas.
- En el dormitorio, el que manda, soy yo. Yo…
necesito tener el control… yo...
- ¿Carlos?
- Que.
- Eres dominante.
No era una pregunta.
- Sí.
- Pues… domíname.
wwwiiiii *aplausos* buenísimo!!!!....
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