martes, 17 de diciembre de 2013

Volver a celebrar la navidad



Volver a celebrar la navidad.

Victoria miro las decoraciones de navidad con asco. Otro año más, estaría rodeada de gente alegre, celebrando con sus seres queridos, y ella sola. Yupi. El hipermercado estaba lleno de gente y había varios Papa Noel esparcidos aquí y allí gritando aquello de ho-ho-ho. Iba de camino hacia su coche cuando uno de los Papa Noel la intercepto.
- ¡Ho Ho Ho!
Victoria puso los ojos en blanco.
- Si, muy mono. Tengo que irme, ¿me dejas pasar?
Movió el carrito y el Papa Noel se bajo la barba, riendo a carcajadas.
- ¡Vamos Victoria! ¿Donde esta tu espíritu navideño?
- ¿Roberto?
- El mismo. ¿Que te parece mi nuevo look?
Se dio la vuelta para mostrar el modelito entero y Victoria tuvo que reír.
- Como dije antes, muy mono. ¿Que haces tu por aquí?
- No siempre soy un aburrido jefe de oficina. - Le guiño un ojo. - ¿Donde vas con esas compras? ¡Pero si no hay nada navideño!
- No celebro la navidad.
- ¿Como que no?
- Da igual, me tengo que ir...
- Cena conmigo. Nochebuena, cena conmigo.
- No gracias.
- Vic, tu estas sola, yo estaré solo. Podemos hacernos compañía.
- No creo que sea buena idea.
- Venga va... juro no cantar villancicos.
Victoria sonrió. Su antiguo mejor amigo, disfrazado de Papa Noel, quería quedar con ella para celebrar la navidad. La cosa no se podía poner más absurda.
- Anda por favor... te echo de menos.
Y ella a el... Lo había echado de su vida hacia casi 1 año, pero... ¿se atrevía a dejarlo entrar otra vez?
- Esta bien.
- ¡Genial! Pues te espero mañana en mi casa a las 8 ¿vale?
Roberto le dio un rápido beso en la boca, cosa que no era fácil con esa barriga de Papa Noel de por medio, y colocándose bien la barba, siguió su camino, gritando ho-ho-ho con una alegría envidiable.

Al día siguiente Victoria estaba nerviosa mientras conducía hacia la casa de Roberto. El beso que le había dado había despertado sentimientos en ella que creía haber olvidado. Roberto había sido su mejor amigo durante años, pero el año anterior, sin saber el como ni el porqué, había empezado a sentir mas. Y por eso se había distanciado de él.
Aparco delante de la única casa que parecía recién salida de una película americana, llena de luces navideñas.

La puerta se abrió y ahí estaba el.
- ¡Victoria! Justo a tiempo, ¡el pavo esta casi listo!
Entro en la casa recibiendo un gran abrazo y sintiendo mariposas en el estomago.
- Me alegro de que hayas venido.
Los olores navideños de la casa la llenaron de nostalgia. El olor del pavo en el horno, el árbol de navidad real... y Roberto, que olía a gloria divina. Sip, muy navideño todo.
La mesa estaba puesta para dos, muy acogedora, y casi romántica. Roberto se acero a ella con una copa de cava.
- Me vas a contar porque no te gusta la navidad?
- Lo sabes de sobra. Mi ex me dejo en estas fechas.
- Venga ya, tiene que haber algo que te guste de estas fiestas.
- Si claro, ese pavo que tienes en el horno.
Roberto sonrió y su mirada tenía un brillo travieso.
- Veremos a ver si te puedo hacer cambiar de opinión con el regalito que tengo para ti.
- ¿Que dices? ¡Nada de regalos! Yo no tengo nada para ti.
- El que estés aquí es más que suficiente. Ven, vamos a comer.

Durante la cena, hablaron sin parar, y más de una vez pensó que si todas las navidades fueran así, no les tendría tanto asco. Recogieron la mesa y se sentaron delante de la chimenea, absorbiendo el calor del fuego.
- Bueno, pues llego la hora del regalo.
- Roberto...
Él se movió para ponerse de rodillas delante de ella. Sacando una pequeña cajita de su bolsillo, la miro directamente a los ojos.
- Se que dejaste de verme por alguna razón y aunque no la se, el hecho de no verte todos los días, de no tenerte a mi lado cuando te necesito, me ha hecho darme cuenta de una cosa. Te quiero, y no puedo vivir sin ti.
Abrió la cajita y ella jadeo.
- Victoria, ¿quieres casarte conmigo?

Un año después.

Victoria termino de decorar el árbol de navidad. Quería sorprender a Roberto ya que este no estaba del todo convencido de que ella ya no odiara la navidad. Además, tenía el regalo perfecto. Oficialmente aun seguían de luna de miel, ya que se habían casado una semana antes, para poder celebrar las navidades como marido y mujer.
- Cariño, ya estoy en casa. ¡Vaya! ¿Y ese árbol?
Se acercó a ella, besándola con intensidad.
- ¿Te gusta?
- Mucho.
- Tengo un regalito para ti.
- Pero si aun no es navidad...
- Lo se.
Le dedico una sonrisa radiante.
- Pero te va a gustar, te lo prometo.
Saco la pequeña caja alargada y se la dio.
- Ábrela.
Roberto hizo lo que le decían y la ilusión ilumino su cara.
- ¿Victoria?
- Enhorabuena cariño, ¡vas a ser papa!

A partir de ese año, a Victoria le encantaba la navidad. Tenia un marido que la adoraba, un pequeño ser que seria la alegría de su vida, tenían salud y era feliz. ¿Qué más podía pedir?


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