domingo, 13 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 22


Sheena se paseó por la habitación nerviosa. Damian estaba tardando más tiempo de lo que hubiera esperado y esperaba que todo estuviera bien. Se secó las lágrimas de rabia que no podía detener. Había leído las últimas páginas del diario de nuevo, aunque se lo sabía de memoria. Y no estaba dispuesta a dejar que el la tratara así. Ella no pensaba aguantar esa mierda.
En cuanto saliera de ese cuarto de baño, ella le preguntaría directamente. Si él la amaba, más le valía empezar a tratarla de manera diferente. Y si él la odiaba... a pesar de sus palabras escritas… bueno, entonces se iría de aquí y se mudaría. Se iría a un lugar donde jamás tendría que volver a verlo.
La puerta del baño se abrió y Jace salió con una sonrisa tonta en la cara. Le guiñó un ojo, se dio la vuelta para asegurarse de Damian estaba bien y salió de la habitación.
Bueno, pues vale.
Rápidamente se acercó a Damian que estaba cojeando lentamente para salir del cuarto de baño. Se movía con confianza, a pesar del yeso en su pierna. Su mirada la mantuvo inmovilizada en el lugar mientras lentamente se iba acercando a ella. Sus ojos quedaron fijos en los de ella cuando se detuvo frente a ella y lentamente movió sus manos para colocarlas a ambos lados de su mandíbula. Acarició sus mejillas con sus pulgares y susurró.
- Ahora eres mía.
Sus labios tocaron los de ella con suavidad, muy lentamente y Sheena no pudo contener un gemido.
No podía creer que esto estaba sucediendo por fin!
Damian profundizó el beso, pero ella sintió como temblaba y se dio cuenta de que esto era agotador para él. Si acababa de salir de un largo coma por el amor de Dios! Necesitaba descansar. Ella lo soltó de mala gana.
- Tienes que volver a la cama.
Pensó que diría que no, que se pondría machito mostrando su fortaleza, pero la sorprendió apoyándose en ella y hasta le permitió ayudarlo a meterse de nuevo en la cama.
- No estoy tan fuerte como pensaba.
Su sonrisa era de disculpa.
- Por lo menos estas despierto. Nos tenías muy preocupado.
Se sentó en la silla junto a su cama y fue a cogerle la mano como lo había hecho en el último par de meses. Se dio cuenta demasiado tarde de que estaba despierto y ya no necesitaba sentir su piel...
Él no la dejó retirar su mano y la agarró antes de que ella la escondiera.
- No vuelvas a pensar que no puedes tocarme.
Ella se sonrojó y asintió con la cabeza, mirando hacia sus manos entrelazadas.
- Lo siento.
- ¿El qué?
- El ser un imbécil. Un capullo. Un tonto. Un idiota... no dudes en pararme en cualquier momento. Cuando quieras.
Ella sonrió.
- Disculpa aceptada.
Su pulgar se movía acariciando la parte interior de su palma  lo que la hizo estremecerse.
- Jace me ha dicho que has leído mi diario.
- Sí... él ah, me lo dio y eh...
- Está bien, no pasa nada. Tendría que habértelo dado hace años. Joder, yo mismo debería habértelo mandado.
Se recostó en las almohadas, visiblemente agotado.
- Lo siento tanto, he actuado como un...
- Shhh. Está bien. Tenemos mucho de qué hablar. Pero no ahora. En estos momentos, necesitas descansar. Aun estas curándote, ¿sabes?
- Sí. Bueno, eh, tu... vas... ¿Estarás aquí cuando me despierte?
- Siempre Damian. Siempre estaré aquí.

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